«Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad, porque “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes”» (1 Pedro 5:5).
Cuanto más envejezco, más joven me parece todo el mundo. Me parece que el pastor de mi iglesia es un niño y que mi médico acaba de salir de la escuela primaria. Intento imaginarme a Jesús, con treinta años, a punto de asumir la misión más importante y peligrosa que el mundo jamás haya conocido. Todo depende de él: la salvación de la raza humana, el honor del gobierno del cielo y la destrucción final del pecado.
Durante casi treinta años Jesús vivió tranquilamente en Galilea. A lo largo de esos años, «Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres» (Luc. 2:52). Pero había llegado el momento de que el Sol de justicia se diera a conocer. Para empezar su ministerio no eligió Jerusalén, sino el desierto en el que bautizaba Juan.
La vida de Jesús fue un ejemplo de humildad. Esto fue evidente en el hecho de que acudiera a Juan para que lo bautizara. El Soberano del mundo salió al desierto pidió a alguien que se había proclamado así mismo predicador que lo bautizara.
(¿Cuantos en la actualidad presupondrían que era un gran pecador:) Ante la oposición de Juan, Jesús dijo firme pero amablemente: «Permítelo ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia» (Mat. 3:15). Jesús otorgó a Juan el gran honor de bautizarlo por la fidelidad del Bautista al anunciarlo como el «Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Juan 1:29). Como dijo el Señor por boca del profeta: «Yo honro a los que me honran» (1 Sam. 2:30).
Dios aborrece el pecado de orgullo. Al querer ser como el Altísimo, Lucifer fue dominado por el orgullo. Satanás jugó con el orgullo de Eva al sugerirle que podía decidir por sí misma. El orgullo está detrás de cualquier pecado. «Cuando llega la soberbia, llega también la deshonra; pero con los humildes está la sabiduría» (Prov. 11:2).
La vida de Jesús comenzó en un humilde establo como hijo de una pareja judía humilde. Creció en una casa humilde, su formación en las rodillas de su madre fue humilde y ayudó a su padre como humilde carpintero. Luego un humilde predicador lo bautizó junto con los pecadores. Todo esto lo hizo con el fin de ser ejemplo para todos nosotros. Basado en Marcos 1: 9-11
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
Cuanto más envejezco, más joven me parece todo el mundo. Me parece que el pastor de mi iglesia es un niño y que mi médico acaba de salir de la escuela primaria. Intento imaginarme a Jesús, con treinta años, a punto de asumir la misión más importante y peligrosa que el mundo jamás haya conocido. Todo depende de él: la salvación de la raza humana, el honor del gobierno del cielo y la destrucción final del pecado.
Durante casi treinta años Jesús vivió tranquilamente en Galilea. A lo largo de esos años, «Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres» (Luc. 2:52). Pero había llegado el momento de que el Sol de justicia se diera a conocer. Para empezar su ministerio no eligió Jerusalén, sino el desierto en el que bautizaba Juan.
La vida de Jesús fue un ejemplo de humildad. Esto fue evidente en el hecho de que acudiera a Juan para que lo bautizara. El Soberano del mundo salió al desierto pidió a alguien que se había proclamado así mismo predicador que lo bautizara.
(¿Cuantos en la actualidad presupondrían que era un gran pecador:) Ante la oposición de Juan, Jesús dijo firme pero amablemente: «Permítelo ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia» (Mat. 3:15). Jesús otorgó a Juan el gran honor de bautizarlo por la fidelidad del Bautista al anunciarlo como el «Cordero de Dios que quita el pecado del mundo» (Juan 1:29). Como dijo el Señor por boca del profeta: «Yo honro a los que me honran» (1 Sam. 2:30).
Dios aborrece el pecado de orgullo. Al querer ser como el Altísimo, Lucifer fue dominado por el orgullo. Satanás jugó con el orgullo de Eva al sugerirle que podía decidir por sí misma. El orgullo está detrás de cualquier pecado. «Cuando llega la soberbia, llega también la deshonra; pero con los humildes está la sabiduría» (Prov. 11:2).
La vida de Jesús comenzó en un humilde establo como hijo de una pareja judía humilde. Creció en una casa humilde, su formación en las rodillas de su madre fue humilde y ayudó a su padre como humilde carpintero. Luego un humilde predicador lo bautizó junto con los pecadores. Todo esto lo hizo con el fin de ser ejemplo para todos nosotros. Basado en Marcos 1: 9-11
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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