Todo te saldrá bien, si procuras cumplir las leyes y disposiciones que el Señor ordenó. 1 Crónicas 22:13.
Deseas tener éxito en la vida? Tu respuesta, por supuesto, es un rotundo sí.
¿Quién no quiere triunfar? Muy bien, lee con sumo cuidado estas palabras: si quieres alcanzar el éxito, no lo persigas. Cuanto más lo persigas, tanto más te esquivará.
¿Recuerdas a Viktor Frankl, el psiquiatra austríaco que sobrevivió a los horrores de Auschwitz, el temible campo de concentración nazi? Él cuenta que cuando escribió el libro que en español se conoce como El hombre en busca de sentido, no quiso que su nombre apareciera en el libro. Frankl no quería fama. Solo quería transmitir al lector el mensaje de que «la vida tiene significado bajo cualquier circunstancia, aún las más adversas» (p. 16).
Finalmente, ante la insistencia de sus amigos, accedió colocar su nombre en la portada del manuscrito. El resto de la historia es conocido. El libro se convirtió en un éxito de librería. Para el momento de la muerte de Frankl, en 1997, se habían vendido más de diez millones de ejemplares y había sido traducido a 24 idiomas. Por supuesto, con el éxito vino la fama. Sin embargo, mientras vivió, nunca dejó de advertir: «El éxito, al igual que la felicidad, no se persigue, [simplemente] llega. [...]. Te llegará cuando no te preocupes por él» (Ibíd., pp. 16, 17).
Hay sabiduría en estas palabras. Alguien expresó la misma idea de otra manera: «El éxito es un viaje, no un destino. Y la felicidad se encuentra en el transcurso del viaje». Para comprobar la veracidad de estas palabras, basta pensar en los héroes juveniles de la Biblia: José, Daniel, Ananías, Misael, Azarías, Ester, Timoteo... ¿Cuántos de ellos vivieron obsesionados por el aplauso del mundo? ¡Ninguno! ¿Por qué, entonces, llegaron a ser grandes? Elena G. de White nos da la respuesta:
«EL SECRETO DEL ÉXITO ESTRIBA
EN LA UNIÓN DEL PODER DIVINO
CON EL ESFUERZO HUMANO».
(Patriarcas y profetas, p. 485]
No busques el aplauso humano. No esperes una felicitación por cada trabajo bien hecho. Haz cada día lo mejor que puedas, con la ayuda de Dios y para su gloria. Entonces el aplauso se oirá en el cielo.
Capacítame, Señor, para hacer de hoy lo mejor que pueda para la honra de tu nombre.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala
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