¿Y qué voy a hacer con Jesús, el que llaman el Mesías? Mateo 27:22.
Su conducta era intachable. Además, era un joven brillante. Y rico. ¡Mejor, imposible! Casi se podría decir que era «la envidia» del barrio. Lo que nadie sabía es que en lo más íntimo de su corazón, había un enorme vacío.
Un día este joven vio al Señor bendecir a los niños. La escena lo conmovió tanto que corriendo se acercó y se arrodilló delante de él. Entonces hizo la pregunta que lo estaba quemando por dentro:
—Maestro bueno, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna? (Mar. 10:17).
La respuesta del Señor fue contundente:
—Si quieres entrar en la vida, obedece los mandamientos (Mat. 19:17).
Sin embargo, no era de obediencia que el joven quería escuchar. ¡Precisamente ese era su problema! En su opinión, había obedecido toda su vida y, sin embargo, sentía un inmenso vacío espiritual.
—Todo eso lo he cumplido —dijo el joven—. ¿Qué más me falta? (vers. 20).
«¿Qué más me falta?» Con esta pregunta, el joven reveló que para él, «obedecer» a Dios significaba «portarse bien». Y no es que nuestras buenas obras no importen; pero más importa el motivo que las impulsan: el amor a Dios y al prójimo, no el amor al yo.
Para mostrar al joven en qué consiste la verdadera obediencia, Jesús fue directo al grano:
—Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás riqueza en el cielo. Luego ven y sígueme (vers. 21).
La prueba fue demasiado dura: «Cuando el joven oyó esto, se fue triste porque tenía muchas riquezas» (vers. 22). Al dar más importancia a sus posesiones que a Dios, el joven rico demostró que en realidad no había guardado todos los mandamientos. Peor aún, demostró cuál era su verdadero dios: ¡La riqueza!
¡Qué final tan triste el de su historia! ¿Podemos imaginar todo el potencial que ese muchacho podría haber desarrollado? ¿Todo el bien que podría haber hecho a la humanidad? Sin embargo, hoy día de él solo quedan las cenizas. Sus riquezas las disfrutaron otros. Y todo porque se equivocó en la decisión más importante: «¿Quién ocupará el primer lugar en mi vida?
¿Puedes ahora mismo responder esta pregunta?
Dios mío, ocupa el lugar de honor en mi corazón, ahora y siempre.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala
Muy buena reflexion.. Nos quiere decir que las "riquesas" (materiales) no son riquesas para el SEÑOR TODO PODEROSO.. Su mayor riquesa somos nosotros.. AMARLO a EL SOBRE TODAS LaS COSAS.. Amarnos mutuamente.. Seguir y predicar su palabra,.. SEÑOR bendicenos hay mañana y siempre... TE AmO MI DIOS...
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