miércoles, 25 de julio de 2012

RAÍCES PROFUNDAS


Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado (Juan 17:23).

Se supone que el follaje de muchos árboles es un reflejo de sus raíces. Sin embargo, esto no se cumple en el caso de la secuoya. Sus raíces son bastante superficiales y poco profundas. Si uno de estos árboles crece aislado de otros de su especie, podría ser derribado por el viento, ya que las características de sus raíces los hace inestables. En cambio, cuando dos o más secuoyas crecen en relativa proximidad, sus raíces se entrelazan, fortaleciéndose mutuamente. Al desarrollarse juntos adquieren una mayor fortaleza.
La anterior ilustración me ayudó a entender mejor algunos conceptos relacionados con la vida espiritual. Es obvio que en mis caídas he actuado como un árbol de secuoya aislado: dichas caídas podrían haberse evitado si mis raíces hubieran estado entrelazadas con las de mi Salvador Jesús.
Eso me llevó a recordar la historia del Éxodo cuando Dios, por medio de Moisés, liberó al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto. La protección de Dios permitió al pueblo de Israel conocer que él estaba con ellos. Israel vio la manifestación del poder de Dios en las plagas. Luego marcharon en medio del mar y fueron librados de un ejército que se acercaba para capturarlos y llevarlos de nuevo a la servidumbre. Dios sacó a su pueblo de la esclavitud, lo alimentó, lo calzó, lo protegió del calor del sol y del frío de la noche, y lo llevó a la tierra prometida. Ante tantas evidencias del poder divino, los israelitas no debían haber tenido motivos para que su fe flaqueara. Sin embargo, la historia de Israel presenta constantes caídas, quejas, desconfianza, murmuraciones y desobediencia.
Durante mucho tiempo no pude entender la actitud tan ingrata de aquel pueblo. No entendía la razón de sus constantes caídas y lo rápido que olvidaban los favores de Dios. Me decía: «¿Cómo pudieron olvidarse de quien mostró tanto amor por ellos?». Obviamente, sus raíces no estaban entrelazadas con las de Jesús.
¡Aprendamos de las secuoyas!

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Alma Arana

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