lunes, 16 de julio de 2012

¿SABIOS O NECIOS?


Aunque afirmaban ser sabios, se volvieron necios y cambiaron la gloria del Dios inmortal por imágenes que eran réplicas del hombre mortal. Romanos 1:22,23, NVI

Aunque parezca increíble, hay organizaciones que adoran al fallecido rey del rock Elvis Presley. Una de ellas, denominada «The First Church of Jesús Christ, Elvis» (La Primera Iglesia de Jesucristo-Elvis) presenta en su página web un conocido retrato de Jesús con el rostro de Elvis. Debajo de la imagen aparece una leyenda que dice: «Porque les ha nacido hoy en la ciudad de Memphis, un Presley, que es Elvis el Rey».
Al ver esta barbaridad me pregunté: «¿Cómo puede alguien idolatrar así a un mortal?». Pero luego pensé que a veces nosotros mismos (es verdad, en un grado mucho menor), idolatramos a celebridades del mundo deportivo y del espectáculo.
No estoy en contra de que tengamos equipos y jugadores favoritos. El problema se presenta cuando caemos en el culto a la personalidad. 
Esto me recuerda un relato que cuenta el pastor Randall L. Roberts, de una mujer que estaba comprando un helado en Kansas City, cuando se encontró frente a frente con el famoso actor Paul Newman. Impactada, lo miró por largo rato, y así permaneció hasta que el actor le dijo: «Hola». Entonces ella sintió que las piernas le temblaban y casi se desmayó. Todavía bajo el efecto emocional de ese encuentro, la mujer pagó por su helado y salió, sintiendo que el corazón le latía aceleradamente. Pero entonces se dio cuenta de que no llevaba el helado consigo. Regresó a buscarlo, pero se encontró de nuevo con Paul Newman. —¿Está buscando su helado? —le preguntó el actor.
Incapaz de responderle por la emoción, la mujer se limitó a asentir con la cabeza. 
—Después de que usted pagó —añadió Paul Newman— metió el helado dentro de su bolso, junto con el dinero que recibió de vuelto (Ministerio Adventista, julio-agosto de 2008, p. 20). Por supuesto, a ti no te pasaría algo así si te hubieras topado con... Jennifer López o Brad Pitt. ¿O sí? El punto en cuestión es este: solo Dios es digno de nuestra más ferviente admiración. Solo él merece nuestra adoración. Glorificar a un su humano es, como dice nuestro texto de hoy, hacer el papel de necios.
Dios, concédeme sabiduría para dar a ningún mortal la gloria que solo tú mereces.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala

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