Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman. Romanos 8:28
«¡Este es mi día de suerte!», exclama uno. «Me persigue la mala suerte», dice otro. «¿Cómo puedo mejorar mi suerte?», pregunta un tercero. Esta es la manera usual como mucha gente entiende los sucesos comunes de la vida. Pasan sus días esperando «el golpe de suerte». ¿Qué actitud debería tener el joven cristiano? Una antigua historia que relata Max Lucado nos puede ayudar a responder esta pregunta.
Se cuenta que un anciano campesino tenía un hermoso caballo. Mucha gente quería comprárselo, pero el hombre por nada del mundo quería venderlo. Cierto día el caballo se escapó. Entonces los vecinos visitaron al anciano. — ¿No es una señal de mala suerte que su caballo se haya ido? —Si es buena o mala suerte, no lo sé —respondió el campesino—. Solo Dios lo sabe.
Días después el caballo regresó con una manada de caballos salvajes. Entonces los vecinos lo visitaron de nuevo. Esta vez para felicitarlo por su buena suerte —Si es buena o mala suerte, no lo sé —dijo—. Solo Dios lo sabe.
Al poco tiempo de la llegada de los caballos, el panorama cambió por completo: el hijo del campesino se cayó de uno de los caballos y se fracturó una pierna. Nuevamente llegaron los vecinos, esta vez para decirle que se habían equivocado al decir que tenía buena suerte.
—Si es buena o mala suerte, no lo sé. Solo Dios lo sabe.
Semanas después estalló una guerra entre su país y un país vecino. Se decretó que cada joven mayor de edad que estuviera sano tenía que ser reclutado. El hijo del anciano fue excluido por tener una pierna fracturada. Otra vez vinieron los vecinos...
—Si es buena o mala suerte, no lo sé. Solo lo Dios sabe (In the Eye of the Storm [En el ojo de la tormenta], pp. 144-147).
¿Tenía el anciano buena suerte o mala suerte? La respuesta del cristiano es: Ni la suerte ni el destino dirigen nuestra vida. No hay que consultar el horóscopo ni a los adivinos porque ¡es Dios quien dirige nuestras vidas! Su Palabra nos guía, su poder nos sostiene y él está de nuestra parte en las buenas y en las malas. ¿Qué más se puede pedir?
Gracias, Señor, porque mi vida está en tus manos. No hay mejor lugar donde yo pueda estar.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala
No hay comentarios:
Publicar un comentario