viernes, 28 de septiembre de 2012

PEDIR, BUSCAR, LLAMAR


«Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá» (Mateo 7:8).

En Mateo 7:11 Jesús hizo una pregunta retórica. Después de haber recordado a sus oyentes que, aunque eran padres imperfectos, sabían dar cosas buenas a sus hijos, les dijo: «¿Cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?». Dos palabras a tener en cuenta en este texto son «buenas cosas»
En esta vida, nuestros padres y nuestras madres nos han dado regalos. Nos encanta dar regalos a nuestros hijos y nietos, pero a veces tales regalos no son buenos. En cambio, los regalos de nuestro Padre celestial siempre son buenos. En Santiago 1:17 se dice: «Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza ni sombra de variación». Nuestra satisfacción y nuestro agradecimiento serían más completos si recordásemos que nuestro Padre celestial solo nos da buenas dádivas.
Además de hacer que el sol brille sobre justos e injustos, Dios es el responsable de que el corazón humano lata 2,500 millones de veces a lo largo de la vida, bombeando casi un millón de litros de sangre que circula por una red de vasos sanguíneos de más de 160,000 km de longitud. Él es quien hace que, de una diminuta semilla, nazca una planta que luego dará una zanahoria, la cual, tras el proceso de digestión, se transformará en compuestos químicos que dan sustento a la vida. Son cosas que no es preciso que hagamos, pero por las cuales debemos estar agradecidos.
Por tanto, sabiendo que nuestro Padre Dios solo tiene interés en darnos buenas dádivas, a nosotros nos corresponde apartar nuestras oraciones de aquello que pensáramos que es bueno para nosotros y centrarlas en lo que Dios sabe que nos conviene. Aunque no siempre podremos saber los detalles concretos, es posible descubrir su voluntad mediante el estudio de su Palabra. La Biblia nos dice que su voluntad es que seamos como Jesús y que él nos ayudará a lograr ese objetivo. ¿Qué mejor regalo se puede pedir?
La conclusión es que la oración no es decirle a Dios algo que él ya sabe, sino que él nos pide que oremos para que podamos ser capaces de recibir lo que él quiere darnos. A medida que la vida espiritual crezca y se desarrolle, nuestras perspectivas madurarán y serán cada vez más parecidas a las de nuestro Padre celestial; hasta el punto de que su deseo y el nuestro serán idénticos.  Basado en Lucas 18:1-8.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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