«El ojo de Jehová está sobre los que lo temen, sobre los que esperan en su misericordia» (Salmo 33:18).
¿Qué es primero, la fe o la obediencia? Los diez leprosos que salieron al encuentro de Jesús y sus discípulos ese día se mantuvieron a distancia. De acuerdo con la ley, era su obligación. Sin embargo, en absoluto guardaron silencio. Para aquellos hombres solo había una esperanza: Jesús y su misericordia. Sin duda alguna había escuchado historias de otras personas que habían sido sanadas de todo tipo de enfermedades, y allí estaba el Sanador milagroso, a un tiro de piedra. «Y alzaron la voz, diciendo: "¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!"» (Luc. 17:13). No le pidieron lo que merecían, sino clemencia. La misericordia no es solo el levantamiento de la pena, sino que, además, es el acto de ayudar o tener compasión de alguien que está afligido.
Jesús tuvo compasión y los sanó, pero no de la forma que ellos esperaban. No puso las manos sobre ellos al tiempo que les decía: «Estás sanado». En su lugar, les dijo que fueran y se presentaran al sacerdote. La ley del Antiguo Testamento exigía que la persona que pensaba haberse curado de la lepra tenía que presentarse ante un sacerdote para que la examinara y proclamara que, en efecto, estaba sana.
Aunque no pronunció ninguna fórmula de sanación, parece ser que los leprosos entendieron que en las palabras de Jesús —«Id, mostraos a los sacerdotes» (Luc. 17:14) estaba implícito que serían sanados. Imagine la escena: diez hombres vestidos con harapos y cubiertos de llagas; Jesús ordenándoles que fueran a mostrarse a los sacerdotes y ellos obedeciendo la orden, todavía vestidos con harapos y cubiertos de llagas.
No sabemos cuánto trecho anduvieron, pero de pronto descubrieron que su piel era como la de un niño. «Y aconteció que, mientras iban, quedaron limpios» (Luc. 17:14). Al ir, obedientes, al sacerdote, los leprosos demostraron que tenían fe en las palabras de Jesús. Otros podrían haber dicho: «Maestro, sánanos primero y luego iremos al sacerdote para que confirme que estamos curados».
A veces los creyentes esperan que Dios les dé fe para obedecer cuando, de hecho, la fe se expresa con obediencia. «Y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que lo obedecen» (Heb. 5:9). Obedezca primero y luego vea cómo crece su fe. Basado en Lucas 17: 11-19
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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