Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia. (Salmo 127:1).
Un día fui a visitar un lugar especial ubicado en Silang, un pueblo cercano a la Universidad Adventista de Filipinas. Me senté a la sombra de un árbol, esperando mi turno para ser atendida. Mientras esperaba, me puse a contemplar el entorno, sacando mi cuadernillo de anotaciones para redactar estas palabras que ahora lees.
Me fijé en que había dos edificios en construcción en las cercanías. Una casa o un edificio pueden construirse utilizando diversos materiales, de acuerdo con el lugar y los recursos disponibles. En aquella oportunidad podía ver dos métodos de construcción. En uno de ellos se utilizaban bloques de cemento y en el otro, madera.
Una de las edificaciones proveería un lugar para que los niños del sector pudieran recibir clases. La otra serviría para que el público hiciera sus compras. El contraste era bastante marcado. El edificio para la tienda era fuerte, hecho de bloques de cemento. Mientras tanto, la estructura de la escuelita era de madera y aparentaba ser más débil. Creo que en todo aquello había una enseñanza que desearía compartir contigo.
Mientras que una de las edificaciones podría parecer más débil en comparación con la otra creo que era precisamente la más fuerte. En unos meses llegaría a ser un centro donde se forjarían mentes y caracteres para la eternidad. En sus salones, los maestros hablarían de Dios y de su amor por la humanidad al dar a Jesús como rescate. La otra, con el tiempo, podría convertirse en un negocio diferente o cambiar de propietario. Pero esta pequeña escuelita, que recién se estaba edificando, permanecería en el tiempo, no solo en aquel lugar, sino en la mente y en el corazón de aquellos que pasaran por sus aulas.
Piensa por un instante en qué forma está siendo edificada tu vida. ¿Quién es el arquitecto y el constructor de la misma? Medita en lo que será necesario si deseas que perdure y que refleje el llamado del Dios a quien sirves. Padre, edifica mi vida para la eternidad de forma que tú seas glorificado mediante ella. Suple todo aquello que me falla y santifícame por medio de tu Espíritu. Por Jesús, ¡amén!
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Bileidys Angélica Chirinos
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