Por lo tanto, despójense de toda clase de maldad, todo engaño, hipocresía y envidia. 1 Pedro 2:1
Naamán era el jefe del ejército sirio. Era un hombre «muy estimado y favorecido por su rey» (2 Rey, 5:1), pero era leproso. Cierto día una jovencita judía que trabajaba como sierva en casa de Naamán le sugirió que visitara al profeta Elíseo para que lo sanara. Sin mucho entusiasmo, el soldado escuchó la sugerencia de la joven sierva y partió en busca del profeta. Dice el relato bíblico que Naamán sanó milagrosamente de su lepra después de lavarse siete veces en el río Jordán (ver 2 Rey. 5).
Agradecido a Elíseo por haberlo sanado de su lepra, Naamán quiso darle unos costosos regalos al profeta. Pero Elíseo no los aceptó. Giezi, el joven siervo de Elíseo, no podía creer que su maestro rechazara semejante oferta. Inmediatamente tomó su decisión: «Mi señor ha dejado ir a Naamán el sirio sin aceptar nada de lo que él trajo. Juro por el Señor que voy a seguirlo rápidamente, a ver qué puedo conseguir de él» (2 Rey. 5:20).
Cuando alcanzó al sirio, Giezi inventó una mentira para que Naamán le diera los regalos. Luego regresó a casa de Elíseo, como si nada hubiera pasado. El profeta le preguntó dónde había estado, y Giezi intentó salirse del aprieto con otra mentira. Como castigo, la lepra de Naamán se le pasó a él y a su descendencia ¡para siempre! (vers. 27).
¡Pobre Giezi! Murió leproso, por ambicioso y por mentiroso. Y pensar que tuvo tantas ventajas a su favor, incluyendo el privilegio de servir a un profeta de Dios y de presenciar varios de sus milagros. Pero vendió su primogenitura por un plato de lentejas.
¡Cuan diferente la actitud de la jovencita que servía en casa de Naamán! Ella también era sierva, y aunque no disfrutaba de los mismos privilegios de Giezi, fue gracias a su fe en Dios y a su testimonio que Naamán y su familia conocieron al Dios verdadero.
Giezi sembró ambición y cosechó maldición. La jovencita judía sembró fe y cosechó bendición. ¿Qué sembrarás tú?
Hoy tu testimonio beneficiará o perjudicará a otra persona. Hoy estarás en el centro de la batalla entre el bien y el mal. Y le tocará a ti decidir de qué lado le colocarás.
Amado Padre celestial, ayúdame a ser un instrumento de bendición.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala
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