Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. (Romanos 8:26).
En nuestra iglesia un breve segmento del servicio de oración de los miércoles se dedica a los niños. En una ocasión proyectaron una película que trataba de lo importante que es contarle todo a Dios y esperar su respuesta con paciencia y fe. El protagonista de aquella película no sabía orar, de manera que hizo toda clase de esfuerzos para que su petición fuera contestada. Después de intentarlo una y otra vez descubrió que Dios sabe lo que necesitamos, incluso antes de que comencemos a pedirlo, y que es nuestro privilegio acercarnos a él con fe para presentarle nuestras peticiones.
Debo confesar que cuando leí el versículo de nuestra meditación me sentí un tanto frustrada y pensé: «Si yo no sé pedir, entonces ¿para qué pido?». Lo que me sirvió de consuelo fue saber que el Espíritu Santo está listo a acompañarnos cuando comenzamos a orar, y habla por nosotros lo que no podemos decir por nosotros mismos.
Pensemos por un momento en lo que hace el Espíritu: acomoda nuestras súplicas y peticiones y las presenta al Padre, porque ni tú ni yo sabemos pedir. Luego hace algo que todavía no podemos comprender a causa de nuestra naturaleza pecaminosa: intercede por nosotros. No tenemos que preocuparnos por si estamos hablando bien o mal, o por el hecho de que a Dios no le agrade lo que hemos dicho. Únicamente debemos acudir ante su presencia con humildad, confiando en que a través de los méritos de Jesús y por la intervención del Espíritu Santo, tenemos acceso al Padre. Eso es más que suficiente.
Quizá lo más difícil para nosotras sea esperar la respuesta. Sin embargo, Dios, que todo lo sabe y que tiene nuestra vida en sus manos, abrirá a su debido tiempo las ventanas de los cielos y nos dará más de lo que le hemos pedido. Deja de preocuparte pensando que no sabes orar; habla diariamente con Dios y permite que el Espíritu Santo y Jesús hagan el resto.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Evelyn Herrera de Omaña
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