Mi escondedero y mi escudo eres tú; en tu palabra he esperado. (Salmo 119:114).
Estoy convencido de que el aspecto más importante de nuestra vida de oración personal es el arrepentimiento. Jesús prometió que enviaría el Espíritu Santo y lo primero que sentiríamos cuando viniese es que seríamos convencidos de pecado.
De hecho, hay bendiciones que vienen por el ayuno, otras por orar toda la noche y otras por dedicar cada mañana dos horas a la oración. Pero es posible que alguien sea capaz de hacer todas estas cosas y, sin embargo, no poner el corazón en ello. Las Escrituras nos advierten que es posible mantener una piedad formal y, a la vez, negar el poder que hay en ella (ver 2 Tim. 3:5). La prueba final de la oración efectiva es una vida cambiada. Jesús lo expresa de otra manera: «Así que por sus frutos los conoceréis» (Mat. 7:20).
Es posible que, en gran parte, la oración acabe por convertirse en un hábito según el cual oramos pidiendo cosas equivocadas o pedimos cosas correctas pero con un motivo equivocado. «Pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos» (Rom. 8:26). Por esa razón es preciso que, constantemente, recurramos a la Palabra de Dios para establecer los términos de referencia de nuestras oraciones. Si bien el Espíritu Santo llama a la puerta del corazón y nos llama a la oración, la Biblia siempre tiene que ser el libro de texto que nos enseñe qué tenemos que pedir en oración.
En cierta ocasión, una joven me dijo que salía con una persona que profesaba otra fe. Cuando sus amigos se lo desaconsejaron, ella respondió que no había nada malo porque estaba orando al respecto. ¿Sus oraciones estaban de acuerdo con la Palabra de Dios? «La oración es rendición: rendición a la voluntad de Dios y cooperación con esa voluntad. Si arrojo un ancla por la borda y, aferrándome a ella, tiro, ¿se acercará la orilla hacia mí o yo me acercaré a la orilla? La oración no es llevar a Dios a mi terreno, sino alinear mi voluntad con la de Dios» (E. Stanley Jones, Liberating Ministry From The Success Syndrome [Liberando el ministerio del síndrome del éxito]; Tyndale: K. Hughes [1988], p.73).
¿Son sus oraciones conformes a la voluntad de Dios revelada en su Palabra? Basado en Lucas 18:1-8.
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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