lunes, 22 de octubre de 2012

LA ORACIÓN NOS CAMBIA


«No os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta» (Romanos 12:2).

Para los padres y los abuelos, la angustia por la salvación de sus seres queridos es una pesada carga. Inclúyame a mí. Cada día, a veces con lágrimas, en oración, los presentamos ante el Señor y le pedimos que los haga regresar a la iglesia, que los libere de influencias y hábitos dañinos; en pocas palabras, que los cambie. No obstante, quizá la primera persona a quien debamos presentar ante el Señor seamos nosotros mismos. ¿Cómo? ¿Acaso no sería egoísta? Es cierto que no tenemos que centrar las oraciones en nosotros mismos, pero pedirle al Señor que lo cambie todo y a todo el mundo es incompatible con el espíritu de la oración.
Quizá piense: «Este hombre no entiende nada. Soy como soy por mi esposa. ¿Cómo puede el Señor cambiarme a mí si antes no la cambia a ella?».
Orar para que alguien cambie me recuerda la historia de un jovencito al que lo habían enviado a su habitación porque se había portado mal. Al poco rato, salió y dijo a su madre:
—He estado pensando en lo que hice y he orado.
—Eso está bien —dijo ella—; si le pides a Dios que te haga ser bueno, te ayudará.
—Ah, no. No le he pedido que me ayude a ser bueno —respondió el muchacho—. ¡Le pedí que te ayude a soportarme!
Nuestra vida, la de usted y la mía, puede cambiar tanto si nuestros cónyuges o nuestros hijos cambian como si no. He visto muchos casos en los que las esposas y los esposos, antes de que se produjera un cambio, han tenido que orar por su cónyuge a veces durante años. Pero el cambio más importante de todos fue el cambio que el Señor obró en ellos durante esos años de oración.
Cuando nos cambia, el Señor no se limita a remodelarnos. La nueva vida en Cristo no se aplica sobre la antigua. «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas» (2 Cor. 5:17). No se limite a «repintar» su experiencia cristiana, vívala. Basado en Lucas 18:1-8.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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