«Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas» (Juan 12:46).
Uno de los objetos más brillantes del cielo nocturno es Venus. Se ve como una estrella brillante, pero en realidad es un planeta. Puesto que es lo bastante brillante como para poder ser visto a simple vista, ha sido objeto de adoración desde los tiempos prehistóricos. En griego, el nombre de Venus es Afrodita y el nombre babilonio es Istar. Se dice de Venus que es nuestro planeta hermano porque tiene, aproximadamente, el mismo diámetro que la Tierra.
Venus alcanza su máximo brillo poco antes del amanecer, por lo que a menudo se lo llama el lucero de la mañana. Un dato interesante sobre el planeta Venus: Está cubierto por una capa de nubes de más de 56 kilómetros de espesor (en la Tierra, las nubes más altas no superan los 16 kilómetros).
No hace mucho, un científico escribiendo para la revista National Geographic declaró lo siguiente: «En teoría, si se pudiera estar en Venus, sería posible disfrutar de una de las más extrañas experiencias de la vida. A causa de que las nubes reflejan como un espejo, se especula que sería posible ver todo el perímetro del planeta». Eso se llama «reflexión al punto de partida». ¿Cómo funciona? Seguro que ha estado en algún vestuario en el que hay espejos en todas las paredes, por lo que le es posible verse desde todos los ángulos. Pues bien, en lugar de espejos, la capa de nubes de Venus actuaría como un gigantesco espejo que lo reflejaría desde todos los lados, de manera que usted podría ver toda la superficie del planeta desde un solo punto y sin moverse de él.
¿Por qué es tan interesante? ¿Se ha preguntado cómo es posible que, cuando Jesús venga, todos los ojos lo vean viniendo en las nubes? ¿Cree que a Jesús le resultaría difícil cubrir toda la tierra con una capa de nubes que reflejase su venida como un espejo gigantesco, de manera que todos los habitantes de la tierra pudieran verlo al mismo tiempo?
Pero el lucero de la mañana tiene más que decirnos. Antes de que Jesús viniera, nuestro mundo estaba en tinieblas. El profeta Isaías escribió: «Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra y oscuridad las naciones» (Isa. 60:2). Pero entonces vino Jesús. «En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. [...] La luz verdadera que alumbra a todo hombre venía a este mundo» (Juan 1:4,9).
Invite a Jesús para que sea la luz de su vida. Basado en Juan 12:46
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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