Estén siempre alegres. 1 Tesalonicenses 5:16, NVI
Lee una vez más el versículo que está arriba. ¿Qué dice? «Estén siempre alegres». Hay por lo menos dos buenas razones para estar siempre alegres. La primera consiste en que somos dueños de tesoros que nada ni nadie nos puede arrebatar. ¿Puede alguien despojarte de tu fe? ¿Y de la amistad de Jesucristo, tu Salvador? ¿Quién puede apartar de tu lado a tu ángel guardián? ¿Puede un ladrón arrebatarte la corona de victoria que Dios tiene para ti?
La segunda razón la expresa muy bien el título del conocido libro A pesar de todo, ¡qué linda es la vida!, de Enrique Chaij. Aunque tenemos que admitir que hay mucha maldad y mucha fealdad en este mundo, uno tendría que ser ciego para no darse cuenta de todas las cosas buenas que nos rodean.
Sin ir muy lejos, piensa por un momento en todo lo bueno que tienes ahora mismo. A pesar de los muchos problemas por los que pueda estar pasando tu familia, ¿no crees que tienes que darle gracias a Dios por tus padres, por tus hermanos, tus tíos y tus primos? A pesar de todas sus incomodidades, ¿no deberías estar alegre por tener un lugar donde vivir, con tu propio cuarto, y tu cama con sábanas limpias? A pesar de todos sus defectos, ¿no crees que sea un motivo de gozo tener amigos como los que tienes ahora? Y puede ser que tu colegio no sea el mejor de la ciudad pero, ¿no te parece que estudiar en esa institución es un privilegio que muchos quisieran tener?
La lista podría continuar, pero la idea está clara: sobran las razones para estar siempre alegres, tal como lo expresan las palabras del siguiente mensaje que el profesor Valentín Acosta me envió desde Puerto Rico por correo electrónico: Le pregunté a Dios:
«¿Cómo puedo obtener lo mejor de la vida?». Y Dios me respondió: «Recuerda tu pasado sin remordimientos, vive tu presente con confianza, prepárate para tu futuro sin temores. Ama verdaderamente, ríe permanentemente. El momento presente es como el agua de un río: Después que pasa no lo puedes regresar. Así que, ¡disfruta cada momento de la vida!».
Padre celestial, quiero ser hoy un embajador de tus bendiciones. Ayúdame a compartir con quienes me rodeen la alegría de ser tu hijo amado.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala
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