sábado, 29 de diciembre de 2012

ALGUIEN ESTÁ A LA PUERTA


«Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él y él conmigo» (Apocalipsis 3: 20).

Cuando tiene vacaciones en la universidad y está en casa, Kristie, una de nuestras nietas, trabaja a tiempo parcial en una tienda de alimentos naturales. El otro día, cuando Betty y yo fuimos a su tienda para comprar algunas cosas, me di cuenta de que, cuando nos acercamos a la puerta, se abrió automáticamente. Esto no es nada sorprendente, porque en casi todas las tiendas a las que vamos a comprar hay puertas automáticas, si no para entrar, al menos para salir. Las puertas automáticas, las escaleras mecánicas, los ascensores y los automóviles son tecnología que elimina cualquier oportunidad de hacer ejercicio. Pero esa es otra historia. Ahora solo hablamos de puertas automáticas.
Una cosa es segura: En casa no hay puertas automáticas. Nuestra puerta está siempre cerrada, día y noche. Pero tenemos timbre. Quien venga a vernos tiene que golpear la puerta o hacer sonar el timbre. Si no esperamos visitas, miramos por el cristal de la puerta para ver quién es. A veces, abro la puerta pero, si no veo quién es, no la abro del todo. Hay ocasiones en que uno de nuestros hijos dice: «Soy yo» y abrimos la puerta de par en par.
Jesús dice que está a la puerta y llama. Por supuesto, se refiere a la puerta de nuestra vida. Si vemos que es él y le abrimos el corazón, entrará como nuestro invitado.
Cuando Jesús viene a nuestra casa no hay una puerta automática que se abre. Entregar la vida a Jesús no es cosa que se haga de forma automática. Algunas puertas se abren tecleando un código o pasando una tarjeta. Pero Jesús no marca un código ni usa una tarjeta. Solo entrará si nosotros mismos le abrimos la puerta y lo invitamos.
Hay quien hace como si no estuviera en casa cuando quien llama es alguien que no le cae simpático. Con Jesús eso no funciona. Él sabe que estamos y llama.
Jesús, oigo que llamas. Gracias por tener tanta paciencia. Entra, eres bienvenido. Basado en Apocalipsis 3:20.

Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill

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