martes, 11 de diciembre de 2012

LAGRIMAS


Jesús lloró.  (Juan 11:35) 

En más de una ocasión habrás visto a alguien llorar, ya sea de gozo o de tristeza. Sin embargo, cuando medito en este corto y significativo versículo, mi corazón se enternece al saber que de los ojos del Cordero de Dios brotaron lágrimas de amor.
Jesús lloró por la muerte de Lázaro, uno de sus amigos más queridos. Cuatro días después de su muerte, Jesús acudió a Betania y encontró a Marta y a María llorando. Ante ese cuadro el Señor se estremeció y no pudo contener sus lágrimas.
«No lloró Cristo solo por la escena que tenía delante de sí. Descansaba sobre él el peso de la tristeza de los siglos. Vio los terribles efectos de la trasgresión de la ley de Dios. [... ] Su corazón fue traspasado por el dolor de la familia humana de todos los siglos y de todos los países, los ayes de la raza pecaminosa pesaban sobre su alma, y la fuente de sus lágrimas estalló mientras anhelaba aliviar toda su angustia» (El Deseado de todas las gentes, cap. 58, p. 503).
¿Te sientes sola, incomprendida o frustrada? ¿Tienes alguna dificultad física, mental, espiritual, familiar o laboral? El Señor conoce tus cuitas y experimentó en su propia carne alegrías y aflicciones. Aunque era el Hijo de Dios tomó sobre sí la naturaleza humana y le conmovía el pesar de los demás; su corazón compasivo y tierno simpatiza con los dolientes, llora con los que sufren y se alegra con los que se regocijan.
El Señor nos acompaña en este mundo de pecado y tristezas. Cuando derramamos lágrimas él las recoge con ternura en su corazón y las deposita en el libro de la vida, porque nos ama. «Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto ni clamor ni dolor, porque las primeras cosas ya pasaron» (Apoc. 21:4).
«Necesitamos tener siempre presente esa visión de las cosas invisibles. Así comprenderemos el verdadero valor de las cosas eternas y de las transitorias, y esto nos dará más poder para influir en los demás a fin de que vivan una vida más elevada» (El ministerio de curación, p. 406).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Dulce Montoya

No hay comentarios:

Publicar un comentario