Por eso es necesario que prestemos más atención a lo que hemos oído, no sea que perdamos el rumbo. Hebreos 2:1, NVI.
«¿Cómo pude llegar tan lejos? —se pregunta Joaquín, después de haberse emborrachado en la fiesta de graduación—. No entiendo qué me pasó». ¿Conoces a alguien que haya tenido una experiencia de este tipo? Son situaciones que se producen muy a menudo, y casi siempre el proceso es el mismo. «Solamente pasaremos un buen rato», dicen los amigos. «No vamos a hacer nada malo». A veces la presión es tan fuerte, que terminamos cediendo a ella, solo para comprobar poco después que nunca debimos colocarnos en terreno prohibido.
Una cosa lleva a la otra. Elliot Aronson, un reconocido sociólogo, llama a este proceso la acción escalonada, y significa que «cuando un individuo se involucra [en una actividad] en pequeña escala, es más fácil que se involucre en esa misma actividad en gran escala» (The Social Animal [El animal social], p. 188).
Según esto, Joaquín no pensaba emborracharse, pero después de la primera copa de alcohol, fue más fácil tomar la segunda, y luego la tercera...
Algo parecido les ocurrió a los israelitas cuando aceptaron la invitación de asistir a una fiesta de los moabitas. Entonces, dice la Biblia, «comenzaron a prostituirse con las mujeres moabitas, las cuales los invitaban a participar en los sacrificios a sus dioses. Los israelitas comían delante de esos dioses y se inclinaban a adorarlos» (Núm. 25:1,2, NVI).
Según el libro Patriarcas y profetas (pp. 430,431), este fue el orden de los eventos:
- Aceptaron la invitación.
- Fueron «hechizados» por la música y la hermosura de las moabitas.
- El consumo de bebidas alcohólicas trastornó sus sentidos.
- Se produjo el desenfreno sexual.
- Terminaron adorando a los dioses paganos.
¿Dónde estuvo la falla? Sin lugar a dudas, al aceptar la invitación, ¿Quién puede medir las consecuencias de un solo acto malo? Una copa de licor, un cigarrillo, una caricia atrevida... en una palabra, «un solo paso incorrecto, puede cambiar toda la corriente de [tu] vida en la dirección equivocada». (Mente, carácter y personalidad, t. 1, p. 48).
Lo más seguro, entonces, es evitar el primer paso en falso. ¿No te parece?
Santo Espíritu ayúdame a identificar el mal y a rechazarlo desde el primer momento.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
Dímelo de frente
Por Fernando Zabala
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