«¿De qué le aprovechará al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma?» (Marcos 8:36).
Antes de casarnos, mi esposa y yo tuvimos varios novios cada uno. Sin embargo, al casarnos nos prometimos fidelidad mutua. Eso significaba, por así decirlo, que teníamos que dejar el resto del mundo, las otras mujeres y los otros hombres, y unirnos uno al otro. Nuestro compromiso de fidelidad mutua tuvo un efecto inmediato sobre nuestra vida.
Cuando una persona entrega su vida a Jesús, vivirá de manera distinta a quienes no lo han hecho. Por eso la Biblia dice que los hijos de Dios comen, beben y lo hacen todo para gloria de Dios (1 Cor. 10:31).
Durante algunos años, Betty y yo enseñamos en una escuela y seminario cerca de Lahore, en Pakistán. En aquella región del mundo es frecuente que alguien le explique a otra persona cómo vive, a qué tribu o grupo lingüístico pertenece e incluso qué religión practica por la manera como se viste. Por ejemplo, es fácil reconocer a los encantadores de serpientes, porque siempre llevan un turbante de color naranja y un cesto con una serpiente dentro.
Si los pederastas y los violadores llevaran una corbata naranja, la gente se lo pensaría dos veces a la hora de comprarse una. Quienes son sinceros consigo mismos reconocerán que muchos de los estilos de vestir, modos de hablar y expresiones faciales actuales siguen el modelo de gente cuyo estilo de vida es incompatible con el de un seguidor de Cristo. La forma en que una persona se viste es una declaración de quién es o desea ser. Dios nos dio instrucciones precisas para que los que buscan la santidad se distingan de los que no la buscan.
En gran medida, el Antiguo Testamento es la historia de lo que les sucedió a los hijos de Israel cuando empezaron a vivir como las naciones vecinas. La historia bíblica enseña que cuando los cristianos empezaron a vivir y vestirse como sus contemporáneos pronto dejaron de amar a Dios. En la Biblia se nos dice: «No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él» (1 Juan 2:15).
¿Puede la gente decir que usted es cristiano por su aspecto? Basado en Juan 17:14,15.
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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