«"Mía es la plata y mío es el oro" dice Jehová de los ejércitos» (Hageo 2:8).
Hace algunos años, mi esposa y yo visitamos Sudáfrica, el mayor productor mundial de oro. Uno de nuestros amigos nos preguntó si nos gustaría visitar una mina de oro abierta recientemente. Nos encantó la idea.
Entramos en un ascensor y bajamos al fondo de la mina. La mina ya tenía 1,600 m de profundidad y se esperaba profundizar otros 1,600 m más. La roca aurífera es arrancada y transportada a la superficie donde se reduce a polvo. Uno de los métodos empleados para obtener el oro es calentando ese polvo en un horno que está a una temperatura muy elevada.
Un viejo refrán dice: «No es oro todo lo que reluce». Por ejemplo, el mineral pirita tiene un brillo parecido al del oro y un color amarillo metálico. A menudo se confunde con el oro y, por lo tanto, se la llama el «oro de los tontos».
A algunos cristianos se los podría llamar «cristianos tontos». Son tontos, no porque engañen a nadie, sino porque se engañan a sí mismos. Definitivamente, no engañan a Jesús, porque él afirma: «Tú dices: "Yo soy rico, me he enriquecido y de nada tengo necesidad". Pero no sabes que eres desventurado, miserable, pobre, ciego y estás desnudo. Por tanto, yo te aconsejo que compres de mí oro refinado en el fuego para que seas rico» (Apoc. 3:17,18). El oro representa el amor, el fundamento del gobierno de Dios.
Jesús se refería específicamente a los laodicenses. La palabra «laodicenses» significa «personas que deciden por sí mismas». Pueden ser lo que les apetezca en el momento que crean oportuno sin necesitar la ayuda de Dios ni de nadie. A ellos Jesús les dice: «Piensan que son oro y no son más que pirita, el oro de los tontos. Les ruego que vengan a mí y compren oro auténtico, probado en fuego y puro al 100%. No del de Sudáfrica, sino del mío».
El consejo de Jesús no es para una iglesia, es para nosotros, usted y yo. Basado en Apocalipsis 3:14-18
Tomado de Meditaciones Matutinas
Tras sus huellas, El evangelio según Jesucristo
Por Richard O´Ffill
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