Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz. (Efesios 5:8)
Él era un viejo soldado que, aunque había participado en la Segunda Guerra Mundial, pudo regresar sano y salvo a su patria. Es cierto que se veía algo avejentado, pero conservaba una amplia sonrisa y una expresión de paz, como si nada pudiera preocuparlo.
Muchos de los jóvenes de la iglesia nos sentíamos atraídos por nuestro hermano, quien ahora era un soldado de Jesucristo. Esto era algo muy evidente por la forma en que vivía, ya que era un cristiano devoto que pasaba bastante tiempo en oración y estudiando la Biblia. Cualquier pregunta sobre la Biblia que le hiciéramos él la contestaba con rapidez. No solamente era entendido en las cosas de Dios, sino que nosotros los jóvenes podíamos conversar con él respecto a cualquier tema. Nunca faltaba a las reuniones de jóvenes, ni a nuestras actividades recreativas. Siempre tenía una palabra de ánimo para todos. Nos exhortaba a que fuéramos cada vez mejores, y a que pensáramos en lo bueno y esperáramos lo mejor de la vida.
La iglesia lo había encargado de encender las luces para las reuniones de los domingos y los miércoles en la noche. Siempre cumplía con ese deber muy a tiempo. Nunca rehuyó esa responsabilidad, ni tampoco se quejó.
Un domingo en la noche, cuando llegamos a la iglesia, vimos que las luces estaban apagadas. Eso era muy extraño. Debido a que vivíamos a cierta distancia de nuestro amigo no nos habíamos enterado de lo sucedido. Mientras nuestro hermano se dirigía a la iglesia aquella noche para cumplir con su responsabilidad, un auto lo había atropellado. Murió en el cumplimiento de su deber, llevando a cabo la tarea que la iglesia le había asignado.
Nuestro hermano fue una lámpara viviente, una luz para quienes lo rodeaban. Al mismo tiempo que encendía las lámparas de la iglesia contribuía a que la luz de Jesús brillara en nuestros corazones mediante el ejemplo de su vida.
¿Cómo te consideran los demás? ¿Acaso eres una hija de la luz y portadora de la misma?
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Una cita especial
Textos compilados por Edilma de Balboa
Por Shirnet Wellington
No hay comentarios:
Publicar un comentario