martes, 1 de enero de 2013

EL AÑO VIEJO Y EL NUEVO

Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. 2 Corintios 13:5.

Ya ha comenzado el año nuevo; sin embargo, antes de darle la bienvenida, nos detenemos para preguntar: ¿Cuál ha sido la historia del año que acaba de pasar a la eternidad con su carga de registros?... ¡No permita Dios que en esta hora tan importante nos encontremos de tal manera preocupados por otros asuntos que no tengamos tiempo para realizar un autoexamen serio, cándido y crítico! Dejemos atrás las cosas de menor importancia y ocupémonos ahora de las que conciernen a nuestros intereses eternos...
Ninguno de nosotros puede representar el carácter de Cristo por su propia fuerza; pero si Cristo vive en el corazón, el Espíritu que mora en él será revelado en nosotros. Así todo lo que nos falta quedará suplido. Al comienzo de este nuevo año, ¿quién se esforzará por obtener una experiencia nueva y genuina en las cosas de Dios? Rectifiquen sus equivocaciones, en la medida de lo posible. Confiesen unos a otros sus errores y pecados. Deséchese toda amargura e ira y malicia; que la paciencia, la longanimidad, la bondad y el amor lleguen a formar parte de su mismo ser. Entonces, todo lo puro y amable y de buen nombre madurará en su experiencia...
A nosotros nos corresponde cultivar individualmente la gracia de Cristo, ser mansos y humildes de corazón, ser firmes, inamovibles, constantes en la verdad; porque solo así se puede progresar en la santidad y ser aptos para la herencia de los santos en luz. Comencemos el año renunciando completamente al yo; oremos en procura de un discernimiento claro... para que lleguemos a ser testigos de Cristo en todo momento y lugar.
Nuestro tiempo y talentos pertenecen a Dios, para ser usados para su honor y gloria. Nuestro esfuerzo más ferviente y ansioso debiera ser permitir que la luz brille a través de nuestra vida y carácter para iluminar el camino hacia el cielo, para que las almas sean atraídas del camino ancho hacia el camino estrecho de la santidad...
Se necesitan en la iglesia hombres y mujeres fuertes, obreros exitosos en la viña del Señor, hombres y mujeres que se empeñarán en que la iglesia sea transformada a la imagen de Cristo en vez de ser conformada a las costumbres y prácticas del mundo. Tenemos todo que ganar o perder. Veamos que estemos del lado de Cristo, el lado ganador; que trabajamos firmemente para el cielo.— Signs of the Times, 4 de enero de 1883; parcialmente en Exaltad a Jesús, p. 9.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White

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