Mi arco he
puesto en las nubes, el cual será por señal del pacto entre mí y la tierra... y
no habrá más diluvio de aguas para destruir toda carne. Génesis 9:13-15.
Hace algún
tiempo, fuimos favorecidos al ver uno de los arcoíris más gloriosos que alguna
vez hayamos contemplado. A menudo hemos visitado galerías de arte y hemos
admirado la destreza demostrada por el artista que en sus pinturas representa
el gran arco de la promesa de Dios...
Cuando
contemplamos el arcoíris, sello y señal de la promesa de Dios para el hombre de
que la tempestad de su ira no asolará más nuestro mundo con las aguas de un
diluvio, deducimos que hay otros ojos que no son los finitos que están
contemplando esta gloriosa escena. Los ángeles se regocijan viendo esta
preciosa señal del amor de Dios para el hombre. El Redentor del mundo contempla
ese arco, pues Cristo lo hizo aparecer en los cielos como una señal o pacto de
promesa para el hombre. Dios mismo observa el arco en las nubes, y recuerda su
pacto eterno entre él y el hombre.
Después de la
terrible demostración del poder castigador de Dios, manifestado en la
destrucción del mundo antiguo mediante el diluvio, Dios sabía que en los que se
habían salvado de la destrucción se despertarían temores cada vez que se
acumularan nubes, retumbaran los truenos y fulguraran los relámpagos; y que el
sonido de la tempestad y el caer de las aguas de los cielos provocarían terror
en sus corazones, por temor de que viniera otro diluvio sobre ellos...
La familia de
Noé observó con admiración y temor reverente, mezclados con gozo, esa señal de
la misericordia de Dios que atravesaba los cielos. El arco representa el amor
de Cristo que rodea la tierra y llega hasta los cielos más elevados, poniendo
en comunicación a los hombres con Dios y vinculando la tierra con el cielo.
Al contemplar
el bello espectáculo, podemos regocijarnos en Dios, seguros de que él mismo
está contemplando esa señal de su pacto, y que al hacerlo recuerda a sus hijos
de la tierra, para quienes fue dada. El no desconoce las aflicciones de ellos,
sus peligros y pruebas. Podemos regocijarnos esperanzados, pues el arcoíris del
pacto de Dios está sobre nosotros. Nunca olvidará a los hijos a quienes cuida. Cuán
difícil es que la mente finita del hombre entienda el amor peculiar y la
ternura de Dios y su incomparable condescendencia cuando dijo: "Veré el
arco en las nubes, y me acordaré de ti"— Review and Herald, 26 de febrero
de 1880; parcialmente en Comentario bíblico adventista, tomo 1, p. 1105.
Tomado de
Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el
Corazón
Por Elena G. de
White
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