jueves, 21 de marzo de 2013

UNA MEMORIA PERFECTA


Él es el Señor, nuestro Dios; en toda la tierra están sus decretos. Él siempre tiene presente su pacto, la palabra que ordenó para mil generaciones (Salmo 105:7,8).

El 27 de diciembre de 2009, el New York Times publicó la noticia de la muerte de Kim Peek a los 58 años de edad. La noticia no habría sido extraordinaria si Kim Peek no hubiera tenido una habilidad fabulosa. Recordaba todo, todo lo que leía.
Kim nació el 11 de noviembre de 1951 con varios defectos. Tenía macrocefalia (su cabeza creció más de lo normal), malformaciones en el cerebelo y su cerebro carecía del cuerpo calloso, o sea el manojo de tejido nervioso que conecta ambos hemisferios del cerebro. A los nueve meses de edad el médico dijo que nunca podría caminar por la gravedad de su condición. Cuando Kim tenía 6 años, otro médico sugirió una lobotomía (extirpar parcial o totalmente los lóbulos frontales del cerebro). Nunca pudo vestirse solo, lavarse los dientes sin ayuda o entender el lenguaje metafórico. Sin embargo, logró terminar la secundaria a los 14 años.
Lo asombroso de Kim Peek es que tenía una memoria fotográfica. Podía recordar todo lo que leía. De hecho, aunque parezca increíble, podía leer las dos páginas de un libro abierto al mismo tiempo (una con cada ojo) y memorizar lo que leía. Durante su vida, Kim leyó, y memorizó, alrededor de doce mil libros y, por lo tanto, era experto en una gran cantidad de temas (historia, deportes, música, geografía, películas, etcétera). Para que tengas una idea, sabía de memoria todos los códigos postales de Estados Unidos y las emisoras de televisión que emiten en cada estado.
Debo confesar que muchas veces he tenido envidia de Kim Peek. Realmente me gustaría recordar con precisión todo lo que leo. Pero no puedo. ¿Será que cuando lleguemos a la Tierra Nueva y seamos restaurados a la perfección original de Adán y Eva, tendremos una memoria perfecta? Yo creo que sí.
Sin embargo, hay algo que no olvido. Es que Dios tiene una memoria perfecta. Él nunca olvida lo que me ha prometido y tampoco las peticiones que le elevo diariamente. Dios conoce los cabellos de mi cabeza, entiende perfectamente mis preocupaciones y no olvida que necesito su ayuda para salir adelante. ¿Por qué no te arrodillas en este momento y elevas tu petición a Dios? Después, levántate con seguridad, porque él no olvidará lo que has pedido.

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

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