Porque el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir. Marcos 10:45.
Cristo continuamente recibía del Padre lo que habría de comunicarnos. "La palabra que habéis oído —dijo él—, no es mía, sino del Padre que me envió" (Juan 14:24)... El vivió, pensó y oró, no para sí mismo, sino para los demás. De las horas pasadas en comunión con Dios, él volvía mañana tras mañana para llevar la luz del cielo a los hombres. Diariamente recibía un nuevo bautismo del Espíritu Santo. En las primeras horas del nuevo día, Dios lo despertaba de su sueño, y su alma y sus labios eran ungidos con gracia para que pudiese impartir a los demás. Sus palabras le eran dadas frescas de las cortes del cielo para que las hablase en sazón al cansado y oprimido...
Los discípulos de Cristo estaban muy impresionados por sus oraciones y por su hábito de comunicación con Dios. Un día, tras una corta ausencia del lado de su Señor, lo encontraron absorto en una súplica. Aparentemente no notó la presencia de estos, y siguió orando en voz alta. Los corazones de los discípulos quedaron profundamente conmovidos. Cuando terminó de orar, exclamaron: "Señor, enséñanos a orar" (Luc. 11:1). En respuesta repitió el Padrenuestro, como lo había dado en el Sermón de la Montaña...
"¿Quién de vosotros —les dijo— que tenga un amigo, va a él a medianoche, y le dice: Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante?" (vers. 5, 6)...
Aquí Cristo presenta al postulante pidiendo para poder dar de nuevo... De la misma manera, los discípulos habían de buscar las bendiciones de Dios. Mediante la alimentación de la multitud y el sermón sobre el pan del cielo, Cristo les había revelado la obra que harían como representantes suyos. Habían de dar el pan de vida a la gente... Las almas que estuvieran hambrientas del pan de vida vendrían a ellos, y ellos se sentirían destituidos y sin ayuda. Debían recibir alimento espiritual, o no tendrían nada para impartir. Pero no habían de permitir que ningún alma se fuese sin ser alimentada. Cristo los dirige a la fuente de abastecimiento. .. Y Dios, que ha enviado a sus siervos a alimentar a los hambrientos, ¿no suplirá sus necesidades para su propia obra?— Review and Herald, 11 de agosto de 1910; parcialmente en Palabras de vida del gran Maestro, pp. 105-107.
Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White
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