Para esto fueron llamados, porque Cristo sufrió por ustedes, dándoles ejemplo para que sigan sus pasos. 1 Pedro 2:21.
Cuando era niña mi padre me contaba la historia de dos alpinistas que, perdidos en los Andes, pudieron regresar al refugio más cercano gracias a las huellas que dos de los perros que los acompañaban habían dejado anteriormente en la nieve. ¡Cuán importantes pueden llegar a ser unas huellas! En esta historia, las huellas de los perros fieles fueron el factor decisivo entre la vida y la muerte.
Sentir que nos hemos perdido es una de las experiencias más aterradoras que podemos vivir, especialmente si estamos solas. Nos podemos perder dos varias razones: porque no conocemos el lugar donde nos encontramos, porque no sabemos exactamente dónde está el lugar al que nos dirigimos, porque algo nos distrae o porque nos desubicamos fácilmente y tenemos mal sentido de la orientación. En todos estos casos es indispensable contar con alguien que nos ayude, porque conoce el camino o tiene un excelente sentido de la orientación.
Perderse emocional y espiritualmente es una experiencia todavía más devastadora. Se experimenta una gran confusión de los sentimientos, lo cual conlleva como resultado dificultades para enfrentar los desafíos del día, y temor al futuro. En algún momento de su vida, el rey David sintió algo parecido cuando exclamó: «¿Hasta cuándo, Señor, me seguirás olvidando? ¿Hasta cuándo esconderás de mí tu rostro? ¿Hasta cuándo he de estar angustiado y he de sufrir cada día en mí corazón? ¿Hasta cuándo el enemigo me seguirá dominando?» (Sal. 13:1-2).
Lo único que tiene sentido en tales condiciones es buscar dirección. La buena noticia de este día es que el camino seguro que nos conducirá al destino final está marcado por las huellas de Jesús. Si las seguimos, dejaremos de sentirnos desorientadas y sabremos con certeza por dónde vamos. Entonces, finalmente podremos exclamar como Job: «En sus sendas he afirmado mis pies; he seguido su camino sin desviarme. No me he apartado de los mandamientos de sus labios; en lo más profundo de mi ser he atesorado las palabras de su boca» (Job 23:11-12).
Cuanto más cerca caminemos de las huellas de Jesús, más claramente podremos ver el camino. De esa manera las huellas se irán profundizando cada vez más para que las sigan las generaciones de mujeres jóvenes que, en medio de la confusión mundanal, anhelan un lugar seguro donde asentar su pie para seguir adelante con la vocación de sus vidas.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado
No hay comentarios:
Publicar un comentario