lunes, 11 de marzo de 2013

UNA BOCA LLENA DE ARGUMENTOS


¡Ah, si supiera yo dónde encontrar a Dios! ¡Si pudiera llegar adonde él habita! Ante él expondría mi caso; llenaría mi boca de argumentos (Job 23:3,4).

Después de que el general Lawrence Fuller fuera dado de alta del hospital, la naturaleza contundente del milagro que había experimentado lo obligó a repensar sus convicciones. Las radiografías que le tomaron con cinco días de diferencia eran testigos incontrovertibles de la realidad del milagro. Todo había sucedido en el Hospital General Walter Reed de Washington, D. C, entonces el hospital más importante del ejército de los Estados Unidos. El general Fuller se había pasado la vida promoviendo el ateísmo. Sin embargo, en un instante, Dios le había demostrado abrumadoramente la realidad de su existencia. Cuando el Washington Post informó de su historia, le preguntaron: «¿Qué podría decirnos sobre todos esos argumentos del pasado [en contra de la existencia de Dios]?». La respuesta de Fuller fue sencilla: «No tienen sentido».
Yo imagino que el general Fuller no recibió una respuesta individual para todos sus argumentos del pasado. El Todopoderoso no condescendió a una discusión extendida con Fuller para mostrarle el talón de Aquiles de cada uno de ellos. Dios simplemente lo confrontó con su poder. Al igual que Saulo en el camino a Damasco, Fuller tuvo muchos días después del milagro para reflexionar y ajustar su mundo a la realidad que no había podido, o quizás querido, reconocer. Como resultado de esto, el veterano general entregó su vida a Dios y se convirtió en un cristiano entregado, miembro de la Iglesia Adventista en Silver Spring, Maryland.
Yo no sé cuál ha sido tu experiencia personal, pero mi boca también se ha llenado de argumentos contra Dios cuando he sufrido reveses dolorosos en mi vida. Job también llenó su boca de explicaciones contra Dios. No obstante, el Todopoderoso un día se le reveló y todos aquellos argumentos quedaron sin sentido.
Job finalmente le dijo a Dios: «Reconozco que he hablado de cosas que no alcanzo a comprender, de cosas demasiado maravillosas que me son desconocidas. [...] De oídas había oído hablar de ti, pero ahora te veo con mis propios ojos. Por tanto, me retracto de lo que he dicho, y me arrepiento en polvo y ceniza» (Job 42:3,5,6).
Dios también ha sido paciente conmigo y me ha revelado que sus caminos son mejores. Si hoy tienes la boca llena de argumentos, ¿por qué no le pides mejor, en vez de expresarlos, que se te revele?

Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez

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