Los ojos de todos se posan en ti, y a su tiempo les das su alimento. Abres la mano y sacias con tus favores a todo ser viviente. El Señor es justo en todos sus caminos y bondadoso en todas sus obras. El Señor está cerca de quienes lo invocan, de quienes lo invocan en verdad. Salmo 145:15-18.
Cuando reconocemos el poder de Dios, nos sentimos inmensamente maravilladas. Al meditar y reflexionar en su obra creadora, y en cómo con el solo dicho de su boca fueron hechos los cielos, la tierra y el universo entero, nos embarga un sentimiento de profunda reverencia, respeto y reconocimiento. Exclamamos así como el salmista: «Del Señor es la tierra y todo cuanto hay en ella, el mundo y cuantos lo habitan» (Sal. 24:1).
Tú y yo somos parte de esa obra extraordinaria, ¡alabado sea el Señor! Sin embargo, no existimos nada más por el poder de su boca, también es porque somos producto de su gran bondad. El Señor es bondadoso en todas sus obras.
Nuestro Dios es poderoso, pero además también desborda de bondad hacia todas sus criaturas, entre ellas tú y yo. Esto nos lleva, no solo a verlo en su trono coronado de poder, sino que también lo vemos acercarse a nosotras lleno de ternura y compasión incalculable. Tenemos un Dios que ha sido hombre, y que por tanto puede comprendernos y acompañarnos en todas nuestras situaciones.
La bondad de Dios es tan grande e infinita como su poder. Está siempre dispuesto a ser benévolo con los seres humanos y no escatima bendiciones para sus hijos. En el Salmo 145:9 se reafirma la bondad de Dios cuando el salmista dice: «El señor es bueno con todos; él se compadece de toda su creación».
Es por su gran bondad que abrimos los ojos cada mañana. Su amor se manifiesta en cada latido del corazón. Él es quien da energías a nuestros músculos para que podamos movernos y caminar para cumplir con nuestros deberes diarios. Él es quien hace fluir cada gota de sangre por nuestras venas y arterias para que la vida sea posible.
Amiga, segura en el poder de Dios y refugiada en su benignidad, acércate a su presencia cada día, confiada en que mientras su poder te preserva la vida, su bondad satisfará todas tus necesidades. El Señor es bueno y lo será aún más, si estás dispuesta a convertirlo en tu proveedor cotidiano.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado
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