sábado, 27 de abril de 2013

EL BUEN SAMARITANO - 1

Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? Lucas 10:25 (lea Lucas 10:30-37).

Atentos y casi sin respirar, la gran congregación esperaba la respuesta de Jesús... Pero Cristo, el verdadero conocedor del corazón, entendía las intenciones y propósitos de sus enemigos. Redirigió el tema al abogado que había hecho la pregunta y le dijo: "¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?" Y el abogado dijo: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo" (vers. 26, 27).
Para responder la pregunta "¿quién es mi prójimo?", Jesús presentó la parábola del buen samaritano. Él sabía que los judíos solo incluían a los de su propia nación bajo el título de prójimos, y miraban a los gentiles con desprecio, llamándolos perros, incircuncisos, inmundos y contaminados. Pero despreciaban a los samaritanos sobre todos los demás... Aun así Jesús dijo: "Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto" (vers. 30)...
Con el sufriente en tal condición, pasa un sacerdote, pero apenas da un vistazo al hombre herido; y al no querer incurrir en el esfuerzo y los gastos de ayudarlo, pasa de largo. Luego pasa un levita. Curioso por saber qué había ocurrido, se detiene y mira al sufriente, pero no siente compasión que lo lleve a ayudar al moribundo. No le agrada el trabajo, y al pensar que no era asunto suyo, él también sigue su camino. Ambos hombres tenían oficios sagrados, y decían conocer y explicar las Escrituras. Habían sido entrenados en la escuela del prejuicio nacional, y se habían tornado egoístas, estrechos y excluyentes, y no sentían simpatía por alguien que no fuese judío. Miran al hombre herido, pero no pueden determinar si es de su país o no. Quizá sea samaritano [se dicen], y se dan vuelta— Signs of the Times, 16 de julio de 1894.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White

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