Las moscas muertas apestan y echan a perder el perfume. Pesa más una pequeña necedad que la sabiduría y la honra juntas (Eclesiastés 10:1).
Ciro el Grande pasó a la historia como el prototipo del monarca sabio y magnánimo. Pero una pequeña locura, un simple acto de soberbia, manchó su registro y le costó la vida.
En el año 539 a. C. Ciro formó un inmenso ejército y marchó contra su abuelo Astiages, rey de los medos. Lo derrotó con facilidad y se hizo coronar rey de Media y de Persia. En rápida sucesión obtuvo victoria tras victoria: derrotó a Creso, rey de Lidia y marchó sobre Babilonia y la aplastó ese mismo año. Ahora era Ciro el Grande, soberano del mundo.
Después de apoderarse de las riquezas de Babilonia, Ciro puso su mirada en el este, en las tribus bárbaras de los masagetas. Los masagetas, tribu feroz y guerrera, estaban gobernados por la reina Tomiris. Los masagetas carecían de riquezas, pero Ciro decidió atacarlos, pues se creía invencible.
Cuando Ciro llegó al río Araxes, frontera de los masagetas, recibió una carta de la reina Tomiris que decía: «Rey de los medos, te aconsejo abandonar tu empresa, porque no sabes si al final producirá algún beneficio. Gobierna a tu propio pueblo y procura aceptar que yo gobierne el mío. Pero supongo que rechazarás mi advertencia, dado que lo último que deseas es vivir en paz».
Ciro se valió de un ardid para derrotar al ejército masageta. Como sabía que no conocían los lujos, dispuso un elegante banquete, dejó todo a cargo de un pequeño destacamento y se retiró. Los masagetas, vinieron, derrotaron al pequeño destacamento y comieron hasta hartarse de las delicias del banquete. Naturalmente, se durmieron. Ciro vino y derrotó a todo el ejército y tomó prisionero al general en jefe, que era hijo de la reina Tomiris.
La reina le escribió a Ciro: «Devuélveme a mi hijo; si no, juro por el sol que te daré a beber más sangre de la que puedas beber, por mucha que sea tu avidez».
Ciro se negó a liberar al joven, quien se suicidó. La noticia de la muerte de su hijo llenó de ira a la reina Tomiris. Convocó a todo su pueblo a una guerra sangrienta. Los masagetas vencieron. Ciro murió. Tomiris le cortó la cabeza y la sepultó en un barril lleno de sangre humana para cumplir su amenaza. Es la tragedia de Ciro. Un solo acto de arrogancia deshizo todos sus logros.
Ten cuidado, no dejes que la arrogancia opaque todo lo bueno que has hecho hasta ahora.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez
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