Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra. Mateo 13:5.
La semilla sembrada en lugares pedregosos encuentra poca profundidad de tierra. La planta brota rápidamente, pero la raíz no puede penetrar en la roca para encontrar el alimento que sostenga su crecimiento, y pronto muere. Muchos que profesan ser religiosos son oidores pedregosos... Esta clase puede ser fácilmente convencida, y parecen ser conversos inteligentes, pero tienen solo una religión superficial...
Hay quienes reciben la preciosa verdad con gozo; están extremadamente celosos y expresan asombro de que no todos puedan ver las cosas que les son tan claras. Animan a otros a abrazar la doctrina que encuentran tan satisfactoria. Condenan rápidamente a los vacilantes y a los que pesan cuidadosamente las evidencias de la verdad y la consideran en todos sus ángulos... Pero en el tiempo de prueba, estas personas entusiastas muchas veces tropiezan y caen...
Según las raíces de una planta penetran el suelo, recogiendo humedad y alimento de la tierra, así los cristianos deben morar en Cristo, obteniendo savia y alimento de él, como lo hace el sarmiento de la vid, hasta que ya las pruebas no pueden separarlos de la Fuente de su fortaleza...
Los oidores de los pedregales pueden regocijarse por algún tiempo, porque creen que la religión es algo que los librará de las pruebas y de toda dificultad. No han contado el costo...
El grupo al que Jesús denomina oidores de pedregal confiaba en sus buenas obras, en sus buenos impulsos, y eran fuertes en sí mismos, en su propia justicia. No eran fuertes "en el Señor, y en el poder de su fuerza" (Efe. 6:10). No sentían que el precio de la seguridad era la vigilancia eterna. Pudieron haberse puesto la armadura entera de Dios y resistido las asechanzas del enemigo. Las promesas ricas y abundantes de Dios fueron habladas para su beneficio, y al creer en la Palabra de Dios pudieron haberse vestido de un "así dice el Señor" y ser capaces de enfrentar cada engaño del adversario; porque si el enemigo hubiera venido como una inundación, el Espíritu del Señor habría levantado una bandera contra él.— Review and Herald, 7 de junio de 1892; parcialmente en Palabras de vida de gran Maestro, p. 27.
Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White
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