viernes, 17 de mayo de 2013

DOÑA PERFECTA

¡Anda, come tu pan con alegría! [...] Que sean siempre blancos tus vestidos, y que no falte nunca el perfume en tus cabellos. [...] Y todo lo que te venga a la mano, hazlo con todo empeño. Eclesiastés 9: 7-8,10.

Hoy quiero presentarte a «Doña perfecta». Es una dama que siempre tiene dolor de espalda, causado por la tensión muscular que va acumulando día tras día. A menudo le dicen que padece gastritis, y sus frecuentes e intensos dolores de cabeza la catalogan como «mujer migrañosa». «Doña perfecta» se exige a si misma más de lo que realmente puede hacer, y también exige a los demás en grado sumo.
A «Doña perfecta» podemos encontrarla en todo tipo de familias, de todos los niveles socioeconómicos y culturales. Las hay rubias y morenas, altas y bajas, delgadas y robustas. Emergen del lugar menos pensado: la casa, la oficina, la escuela, etcétera. Puede ser madre, esposa, hermana, suegra o nuera.
La podrás reconocer porque siempre lleva prisa; por alguna razón el tiempo le resulta insuficiente. Muy rara vez está satisfecha con lo que hace. Si no termina una tarea en el tiempo previsto, entra en un estado de desesperación que le impide descansar y dormir adecuadamente.
Critica lo que hacen los demás, y cuando es madre, puede llegar a exigir cosas absurdas a sus hijos, y así les pisotea su individualidad. La esposa «Doña perfecta» nunca está satisfecha con los esfuerzos de su esposo por complacerla. ¡Exigirá cada vez más y más!
Como trabajadora es virtualmente incansable hasta que llega a la fatiga extrema, y en ese estado acusa a los demás de ser negligentes e incapaces. Disfruta poco de los placeres sencillos de la vida. Las sanas recreaciones son para ella una pérdida de tiempo, y considera a los que las disfrutan como holgazanes y negligentes. Así que sus hijos la evitan, los compañeros de trabajo la rehúyen, el esposo apenas la soporta, y las amigas la abandonan.
Amiga, movámonos con sabiduría en el ajetreo de la vida. Dios, que es perfecto, únicamente nos pide que seamos diligentes en todo lo que hagamos. Jamás nos pedirá que hagamos algo que esté fuera de nuestra capacidad. Hoy, al pedir algo a tus hijos, a tu esposo, a tus amigas, respeta sus individualidades y su libre albedrío, así como Dios te respeta a ti enteramente.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

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