Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto. Génesis 1:31.
Adán y Eva salieron de las manos de su Creador en la perfección de cada facultad física, mental y espiritual. Dios plantó para ellos un jardín y los rodeó con todo lo hermoso y atrayente para el ojo, y con lo que requerían sus necesidades físicas. Esta pareja santa contemplaba un mundo de una hermosura y gloria sin par. Un Creador benévolo les había dado evidencias de su bondad y amor al proveerles frutas, vegetales y granos, y había hecho que de la tierra brotaran árboles de toda variedad para utilidad y belleza.
La pareja santa contemplaba la naturaleza como un cuadro de hermosura incomparable. La tierra parda estaba revestida con una alfombra de viviente verdor, diversificada con una variedad interminable de flores que se propagaban a sí mismas y se perpetuaban. Arbustos, flores y ondeantes enredaderas deleitaban a los sentidos con su belleza y fragancias. Las muchas variedades de elevados árboles estaban cargados de frutas de toda clase y delicioso sabor, adaptadas para complacer el gusto y los deseos de los felices Adán y Eva. Dios proveyó a nuestros primeros padres este hogar edénico, dándoles evidencias indiscutibles de su gran amor y solicitud por ellos.
Adán fue coronado como rey en el Edén. A él se le dio dominio sobre todo ser viviente que Dios había creado. El Señor bendijo a Adán y a Eva con inteligencia sin igual en la creación animal. Hizo a Adán el soberano legítimo sobre todas las obras de sus manos. Los seres humanos formados a la imagen divina podían contemplar y apreciar las gloriosas obras de Dios en la naturaleza...
La hermosura natural que los rodeaba como un espejo reflejaba la sabiduría, la excelencia y el amor de su Padre celestial. Y sus cantos de afecto y alabanza se elevaron dulce y reverentemente al cielo, armonizando con los cantos de los ángeles excelsos y con las felices aves que gorjeaban su música despreocupadamente. No había enfermedad, decadencia ni muerte. La vida se encontraba dondequiera se posaba la vista. La atmósfera estaba impregnada con vida. La vida estaba en cada hoja, en cada flor y en cada árbol.— Review and Herald, 24 de febrero de 1874.
Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White
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