Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz. Efesios 5:8.
Cristo dijo a sus discípulos: "Vosotros sois la luz del mundo" (Mat. 5:14). Así como el sol sale en el cielo para llenar el mundo de luz, los seguidores de Jesús derraman la luz de la verdad sobre los que están tanteando en las tinieblas del error y la superstición. Pero los seguidores de Cristo no tienen luz por sí mismos. Es la luz del cielo que cae sobre ellos la que ha de ser reflejada por ellos hacia el mundo...
La luz de la vida es ofrecida gratuitamente a todos. Cada uno que lo desea, puede ser guiado por los brillantes rayos del Sol de Justicia. Cristo es el gran remedio para el pecado. Nadie puede alegar sus circunstancias, su educación o su temperamento como una excusa para vivir en rebelión contra Dios. Los pecadores lo son por su propia elección deliberada. Nuestro Salvador dijo: "Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas" (Juan 3:19, 20)...
Cuando se presentan las demandas de Dios, los que aman el pecado demuestran su verdadero carácter por la satisfacción con la que señalan las faltas y los errores de cristianos profesos. Son movidos por el mismo espíritu que su maestro, Satanás, quien la Biblia declara que es "el acusador de los hermanos" (Apoc. 12:10). ¡Permítase que comience un informe malvado, y se verá cuan rápidamente se lo exagera y se lo pasa de boca en boca! ¡Cuántos se sacian con él, como buitres sobre un montón de basura!
El verdadero cristiano, el que practica la verdad, viene a la luz, "para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios" (Juan 3:21). Su vida pía y su conversación santa son un testimonio diario contra el pecado y los pecadores. Él es un representante vivo de la verdad que profesa. Acerca de estos seguidores de corazón genuino, Jesús declara que él no se avergüenza de llamarlos hermanos. Todo aquel que herede finalmente la vida eterna manifestará aquí celo y devoción en el servicio de Dios... Conocer su deber es cumplirlo animosamente y sin temor. Siguen la luz según esta alumbra en su camino, sin importar las consecuencias. El Dios de verdad está de su parte y nunca los abandonará.— Signs of the Times, 9 de mayo de 1882.
Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White
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