Honra a tu padre y a tu madre, para que disfrutes de una larga vida en la tierra que te da el Señor tu Dios (Éxodo 20:12).
Viktor Frankl, desconcertado, salió a caminar para resolver el dilema: partir a los Estados Unidos o quedarse con sus padres para sufrir a manos de los nazis. No veía la manera de hallar una solución cabal. «¿Cuál era mi responsabilidad? ¿Ocuparme de mis padres?» Luego dijo: «En un momento así uno espera una señal del cielo».
Regresó a su casa lleno de pesadumbre. Al entrar observó un pequeño pedazo de mármol sobre la repisa de la chimenea. Se dirigió a su padre:
—¿Qué es eso?
—¿Esto? Oh, lo he tomado hoy de unos escombros, allí donde antes se encontraba la sinagoga que han quemado. El pedazo de mármol es una parte de las tablas de los mandamientos. Si te interesa puedo decirte también de cuál de los mandamientos es el signo en hebreo que se encuentra allí grabado. Porque solo existe un mandamiento que lo lleva como inicial.
—¿Cuál es? —le insistí a mi padre.
Entonces me dio la respuesta:
—«Honra a tu padre y a tu madre, para que disfrutes de una larga vida en la tierra que te da el Señor tu Dios».
«Así es que me quedé en la tierra... junto a mis padres», confiesa Frankl.
Por eso, dejó caducar el visado para los Estados Unidos y sucedió lo previsible. Pocas semanas después la familia Frankl fue deportada al campo de concentración de Auschwitz. Allí se separó de su esposa, Tilly, de la que nada supo durante todo el tiempo del cautiverio. De su madre se despidió en el campo de concentración de Theresienstadt.
Al presagiar una despedida para siempre, le pidió su bendición. Así cuenta lo que ocurrió: «Nunca olvidaré cómo ella, con un grito que le brotaba de lo más profundo de su ser, y que solo puedo calificar de fervoroso, dijo: "Sí, sí, yo te bendigo", y luego me dio la bendición».
Pocos días antes había visto morir a su padre en el campo de concentración de Theresienstadt, en una agonía dolorosa. «Pero tenía la sensación más maravillosa que uno pueda imaginar: había hecho lo que tenía que hacer, permaneciendo en Viena por mis padres, acompañándolos hasta la muerte y evitando un sufrimiento mortal innecesario a mi padre».
Este mandamiento, el quinto, es muy importante. Es el único que tiene una promesa. Acuérdate del quinto mandamiento. Honra a tus padres. Ámalos. Obedécelos. Cuídalos en su vejez. Si ya han pasado al descanso, honra su memoria. Recuerda que Dios aprecia y valora lo que hagas por tus padres.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez
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