Dios escogió lo insensato del mundo para avergonzar a los sabios, y escogió lo débil del mundo para avergonzar a los poderosos. También escogió Dios lo más bajo y despreciado, y lo que no es nada, para anular lo que es, a fin de que en su presencia nadie pueda jactarse. 1 Corintios 1:27-29.
Dios nos llama a participar en su gran obra. Podríamos pensar que para colaborar en ella, necesitamos cualidades muy especiales, pero lo cierto es que no es así. Lo único que el Señor espera es que tengamos un gran sentido de compromiso y responsabilidad. Hay mucha evidencia en la Palabra de Dios que lo confirma.
Una mujer sencilla pero consagrada pudo criar a dos grandes líderes como lo fueron Moisés y Aarón. Fue Ester, una humilde huérfana, la que conmovió el corazón del rey para librar al pueblo de Dios de la destrucción. Solamente con una aguja y unos cuantos carretes de hilo, Dorcas desarrolló un ministerio de bondad que inmortalizó su recuerdo.
Nosotras, las mujeres de Dios, las que estamos al frente de nuestros hogares y criamos hijos, inculcamos valores, conducimos a nuestra familia y luchamos por nuestros matrimonios, somos a las que él llama virtuosas y dichosas. En este mundo sofisticado no pensemos que nuestra obra es de poco valor. Todavía se necesitan manos amorosas para mecer la cuna. Aún son necesarios los brazos abiertos de una mujer para cobijar en ellos a un hijo que sufre, a un esposo cansado. Con toda seguridad Dios escucha y responde cuando la voz de una madre se alza en medio de la angustia implorando protección para su familia.
Jamás pensemos que Dios menosprecia acciones como las que acabo de mencionar. No creamos que para que se nos considere «grandes mujeres» es necesario realizar cosas que están fuera de nuestra naturaleza femenina. La personalidad sencilla de una mujer de Cristo, bondadosa, amorosa y tierna, es mucho más valiosa que las piedras preciosas.
Amiga, Dios está a la puerta de tu corazón y te llama a unirte al ministerio de bondad. Si hoy tienes que derramar lágrimas, haz que estas sean de compasión. Si has de tocar a tu hijo, que tu toque sea sanador; si vas a hablar con tu esposo, que sea con palabras que refuercen el amor y demuestren admiración.
Esta es una obra extraordinaria que podemos hacer mujeres sencillas como tú y como yo si permitimos que Dios nos use.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado
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