En su angustia clamaron al Señor, y él los libró de su aflicción. Los llevó por camino recto hasta llegar a una ciudad habitable. Salmo 107:6.
Hace algún tiempo escuché la historia de una joven que había sido víctima del abandono de su familia por haber aceptado a Cristo como su Señor y Salvador. No solo había tenido que sufrir el rechazo y el desamor de los suyos, sino que también había tenido que abandonar su hogar. ¡Una historia de fe y valor! Tuve la oportunidad de hablar con ella, y me conmovió algo que me dijo: «Estoy sola frente al mundo, pero caminando tomada de la mano de Dios».
La Biblia nos relata historias de mujeres que libraron las más intensas batallas de sus vidas cuando estaban solas. Ester salió vencedora, aunque enfrentó a todo un reino gracias al poder de Dios. Aquella joven fue una incansable testigo en medio de un pueblo pagano. Rahab fue capaz de negar sus creencias y derribar los prejuicios con el fin de convertirse en un miembro de la familia de Dios.
No es raro que, en un mundo que niega a Dios, muchas de las batallas de la vida se tengan que lidiar a solas, contando únicamente con la fuerza que emana de la fe en el Señor. Cuando nuestra lealtad a Dios es probada; cuando somos empujadas a pasar por encima de los principios de Dios con el fin de alcanzar aceptación, o cuando luchamos por mantenernos de parte de la verdad, no estamos solas. La promesa hecha a los discípulos también es hoy para nosotras: «Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo» (Mat. 28: 20).
Es la fuerza de Dios en nosotras la que nos permite decir «no» a la tentación; es su gracia la que nos hace limpias cuando nos mancha el pecado; es el amor infinito del Padre el que nos perdona y nos concede fuerzas para comenzar de nuevo.
La permanente presencia de Dios con nosotras es tan real como la nube que guiaba al pueblo de Dios en su transitar por el desierto, camino a Canaán. Asimismo como el agua que fluyó de la roca cuando la mano de Moisés, movida por la fe, la golpeó.
Si no has experimentado la presencia de Dios en tu vida, hoy puedes hacerlo. Busca el camino por donde pasará el Maestro y síguelo, esa es la senda segura.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado
No hay comentarios:
Publicar un comentario