Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Mateo 5:4.
El Señor obra por medio de instrumentos humanos, y ha comisionado a sus seguidores el deber de ministrar a quienes se encuentran desanimados y afligidos. Hay corazones a nuestro alrededor que necesitan ser elevados; que necesitan los brillantes rayos del Sol de justicia. El Señor espera que aquellos a quienes él ha consolado y bendecido animen a los que se encuentran en tinieblas, y que consuelen a quienes están tristes. Los que han recibido luz y paz no han de pasar por alto a los que sufren, sino que han de acercarse a ellos en simpatía humana y ayudarlos a ver a un Salvador que perdona el pecado, un Dios misericordioso.
Dios ha llevado nuestras penas y cargado nuestras tristezas, y dará gozo y alegría a los que sufren. Mi hermano y mi hermana, usted que ha sentido las penas de la tierra, ¿servirá a Cristo al ayudar a las personas específicas que necesitan de su ayuda?…
Quienes aman a Jesús tendrán la mente de Cristo y consolarán a todos los que sufren; ayudarán a los que son pobres, tentados y desanimados a caminar a la luz de la cruz, y no en la sombra ni en la oscuridad…
El Señor Jesús ha dado a su pueblo la obra especial de consolar a todos los que sufren. Cristo trabaja para este grupo, e invita a los seres humanos a convertirse en sus instrumentos para llevar luz y esperanza a quienes sufren en medio de providencias aparentemente oscuras…
El fuego del horno puede prenderse sobre los siervos de Dios, pero es con el propósito de purificarlos de toda paja, y no para destruirlos o consumirlos…
Honramos a Dios al confiar en él cuando todo parece oscuro e inhóspito.
Que los que se encuentran afligidos lo contemplen y hablen de su poder, y canten de su misericordia…
Se pronuncia una bendición sobre todos los que lloran. De no haber habido sufrientes en nuestro mundo, Cristo no habría revelado el carácter paternal de Dios. Aquellos oprimidos por la convicción del pecado han de conocer la bendición del perdón y sus pecados serán borrados. De no haber nadie que llore, la suficiencia de la expiación del pecado por Cristo no habría sido entendida -Signs of the Times, 8 de agosto de 1895.
Desde el Corazón
Por Elena G. de White
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