jueves, 13 de junio de 2013

LAS ORDENANZAS

Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. Juan 13:15.

Los símbolos de la casa del Señor son sencillos y fácilmente comprensibles, y las verdades representadas por ellos son del más profundo significado para nosotros. Al establecer el servicio sacramental para que tomara el lugar de la Pascua, Cristo dejó para su iglesia un monumento conmemorativo de su gran sacrificio por el hombre, "Haced esto —dijo él— en memoria de mí". Este era el punto de transición entre dos dispensaciones y sus dos grandes fiestas. La una había de concluir para siempre; la otra, que él acababa de establecer, había de tomar su lugar, y continuar durante todo el tiempo como el monumento conmemorativo de su muerte...
Con el resto de los discípulos, Judas participó del pan y del vino que simbolizaban el cuerpo y la sangre de Cristo. Esta era la última vez que Judas estaría presente con los doce; pero para que se cumpliera la Escritura, dejó la mesa de los sacramentos, el último don de Cristo a sus discípulos, para completar su obra de traición...
Los hijos de Dios han de mantener en mente que Dios se acerca sagradamente en cada ocasión como la del servicio del lavamiento de los pies...
El objeto de este servicio es traer a la mente la humildad de nuestro Señor y las lecciones que dio al lavar los pies de sus discípulos. En nosotros hay una disposición a estimarnos por encima de nuestros hermanos y hermanas, de obrar a favor propio, de servirnos a nosotros mismos, de buscar los lugares más elevados; y a menudo surgen cavilaciones malvadas y amargura de espíritu por causas puramente triviales. Esta ordenanza previa a la Cena del Señor debe aclarar estos malentendidos, sacarnos de nuestro egoísmo, bajarnos de nuestros zancos de exaltación propia a la humildad de espíritu que nos llevará a lavarnos los pies unos a otros...
La ordenanza del lavamiento de los pies ha sido encomendada especialmente por Cristo, y en estas ocasiones el Espíritu Santo está presente para testificar y colocar un sello sobre su ordenanza. Él está allí para convertir y ablandar el corazón. Une a los creyentes y los hace de un solo corazón. Los hace sentir que Cristo ciertamente está presente para echar fuera la basura que se ha acumulado y separa de Dios los corazones de sus hijos.— Review and Herald, 22 de junio de 1897; parcialmente en El evangelismo, p. 202.

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White

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