¡Gradas a Dios por su don inefable! (2 Corintios 9: 15).
El actor cómico Billy Crystal estaba filmando una película en Manhattan el día que su hija Lindsay cumplía once años. La llamó a los Ángeles y se disculpó por estar tan ocupado con su trabajo, pero le prometió que recibiría muy pronto un paquete. Lindsay quedó chasqueada, pero le agradeció por el paquete que iba a recibir. Más tarde, ese mismo día, llegó un paquete muy extraño a la puerta de la casa: una caja de cartón de unos dos metros de altura. Lindsay la abrió allí mismo, y ¡su papá estaba dentro del paquete!
Él había tomado un vuelo de Nueva York a Los Ángeles inmediatamente después de su llamada telefónica. Lindsay abrazó repetidamente a su papá, diciendo: «¡Pellízcame, pellízcame!», porque le parecía como un sueño que su papá llegara de forma tan sorprendente e inesperada. Billy Crystal le dio a su hija el regalo más valioso que posiblemente podía concederle: él mismo.
El cielo nos ha dado un regalo más valioso en Jesús: Él se dio por nosotros. Este pensamiento llenó al apóstol Pablo de tanto gozo, que proclamó: «¡Gracias a Dios por su don inefable!» Por su parte, Juan exclamó: «¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre!» (1 Juan 3: 1). Sí, se trata de un regalo invaluable: «El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas?» (Rom. 8:32).
Cuando el Padre dio a su Hijo, nos dio todo el paquete. Todas las bendiciones del cielo son nuestras. Dios nos da perdón, poder, fuerza, sabiduría, provisiones para las necesidades diarias, seguridad, afirmación, estima, y muchas cosas más. Todo esto revela el amoroso carácter de nuestro Señor. Las bendiciones del cielo no tienen fin. Jesús provee todas las bondades de la vida. En él nada nos falta. Cada momento en este mundo es un regalo de Dios. Los alimentos que comemos provienen de la abundancia del cielo. El amor y el afecto que experimentamos en nuestras relaciones terrenales fluyen del corazón de Dios a través de su Hijo. Podemos regocijarnos en el día de hoy porque todas las bendiciones del cielo están envueltas en un paquete único: Jesús.
Esta seguridad da al cristiano razones para vivir que a veces resultan difíciles de comprender y explicar, dada su naturaleza celestial. Eso es lo que los capacita para pasar, literalmente, por en medio del fuego.
Gracias, Señor, por darnos a Jesús. Porque en él recibimos todas las bendiciones del cielo.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez
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