sábado, 6 de julio de 2013

APRENDE A ESPERAR

Mi justicia no está lejana; mi salvación ya no tarda. ¡Estoy por traerlas! Concederé salvación a Sión, y mi esplendor a Israel. Isaías 46:13

Todas nos hemos impacientado en alguna ocasión al estar atrapadas en el tránsito sin poder avanzar ni retroceder. Los minutos se hacen eternos, sobre todo si en la agenda diaria tenemos fijado el tiempo y el lugar donde debemos comparecer. Muchas veces, cuando estamos en esta situación, desconocemos lo que pasa delante de nosotras, y entonces somos presa de la desesperación y las especulaciones.
Es frecuente que en la carrera de la vida enfrentemos situaciones parecidas. Tenemos que “parar” y “esperar” y, al igual que sucede en el tráfico lento, ignoramos por qué, y somos presa de la impaciencia. Cuando Dios nos dice “detente” y “espera”, seguramente tiene propósitos que, aunque no estén al descubierto, son los mejores.
Esperar activamente es la opción que nos ayudará a permanecer en calma hasta recibir la orden de avanzar. Deberíamos orar sin cesar, meditar en la Palabra de Dios para recibir referencias y señales divinas que nos digan que la espera ya llega a su fin.
Antes del extraordinario cruce del Jordán los israelitas recibieron la orden de acampar a sus orillas. La orden de Dios fue: “Cuando vean el arca del pacto del Señor su Dios, y a los sacerdotes levitas que la llevan, abandonen sus puestos y pónganse en marcha detrás de ella. Así sabrán por dónde ir, pues nunca antes han pasado por ese camino” (Jos- 3:3-4). Después de haber cruzado en seco, erigieron un monumento conmemorativo como testimonio de los milagrosos actos de amor de Dios hacia sus hijos.
Amiga, es posible que algún proyecto de tu vida esté en espera de la respuesta de Dios. Tal vez de pronto te asalte el pensamiento de que los buenos planes que has hecho para tu vida no se han concretado. Quizá hace mucho que suplicas para que por fin te cures de una enfermedad… Nunca pienses que el Señor tu Dios está lejano. Ten la seguridad de que tu espera terminará cuando Dios te muestre con claridad el camino que debes seguir. Cuando tu fe fortalecida te lleve a cumplir su voluntad; cuando permitas que el Señor te lleve de la mano por la senda de tu vida y no tengas la tentación de enorgullecerte de tus triunfos, sino que glorifiques a Dios, entonces llegará la orden de marchar y la espera habrá terminado.

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado

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