La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no sé la doy a ustedes como la da el mundo.
No se angustien ni se acobarden (Juan 14:27).
En 1935, el anatomista James Papez notó que los pacientes que morían de rabia a menudo experimentaban ataques de ira y terror durante las horas que precedían a su muerte. Él sabía que la rabia es transmitida por la mordedura de los perros y pensó que probablemente algo en la saliva del perro se desplazaba por los nervios periféricos de la víctima, pasando por la médula espinal, hasta el cerebro. Después de diseccionar los cerebros de varias víctimas encontró que el virus de la rabia se desplazaba hacia unos ganglios de células nerviosas, o núcleos, conectados por grandes tractos de fibras en forma de “C” que se encuentran ubicados en la profundidad del cerebro. A esto se lo conoce como sistema límbico, el cual está diseñado para la experimentación y la expresión de emociones.
En la actualidad existe un aparato que parece salido de la ciencia ficción, utilizado en una técnica conocida como estimulación magnética transcraneana. Digamos que es un gorro mágico. Este aparato dispara campos magnéticos extremadamente potentes a lugares muy precisos de tejido del cerebro. Estos experimentos nos ofrecen indicios para entender el funcionamiento de algunas partes de nuestro cerebro. Por ejemplo, si lo aplicas a la corteza motora, podrías experimentar movimientos involuntarios en el hombro, como si fueras una marioneta. Una persona ciega de nacimiento que reciba estímulos en las áreas visuales del cerebro que no se han degenerado, podría asimilar los colores o recuperar en algún sentido la visión. Aplicada la estimulación en otras zonas del cerebro, se podrían recordar escenas del pasado de las que ni siquiera hubiera conciencia.
Si tuvieras la oportunidad de utilizar este aparato, ¿qué te gustaría experimentar? ¿Querrías que se estimularan centros de placer para disfrutar el momento, o hurgar en la profundidad de tu memoria para ver si encuentras algo interesante, o experimentar con el sistema límbico para ver si puedes tener paz y alegría en lugar de ira y terror?
Yo no estoy seguro de qué escogería. Sí estoy seguro, en cambio, de que me gustaría que el Espíritu Santo trabajara en mí para darme paz y seguridad duraderas. Si reflexionas, encontrarás que la verdadera paz solo puede originarse en la seguridad de que hay una provisión perfecta para nuestras necesidades físicas, sociales y espirituales. Dios es el proveedor perfecto que nos la ofrece. ¿Te gustaría poner tu vida en sus manos esta mañana?
Acepta hoy la paz verdadera que Cristo ofrece, antes de entrar en tus quehaceres cotidianos.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez
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