lunes, 1 de julio de 2013

LA SALVACIÓN PROMETIDA

Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más. Isaías 45:22.

Cuando fueron creados, Adán y Eva tenían un conocimiento de la Ley original de Dios… Cuando transgredieron la Ley de Dios y cayeron de su estado de feliz inocencia, y se convirtieron en pecadores, el futuro de la raza caída no quedó aliviado por un solo rayo de esperanza. Por causa de la transgresión de la Ley divina, el paraíso fue perdido por la familia humana, se pronunció la maldición sobre la tierra y comenzó el reino de la muerte.
Cuando se pronunció la maldición sobre la tierra y sobre el hombre, hubo una promesa en relación con la maldición: que mediante Cristo había esperanza y perdón por la transgresión de la Ley de Dios. Aunque la lobreguez y la oscuridad pendían como una mortaja sobre el futuro, sin embargo -en la promesa del Redentor-, la Estrella de la esperanza alumbraba el lóbrego futuro.
La primera predicación del evangelio fue hecha por Cristo a Adán. Adán y Eva experimentaron sincero dolor y arrepentimiento por su culpa. Creyeron la preciosa promesa de Dios y fueron salvados de una ruina total…
Durante trescientos años [Enoc] caminó con Dios, dándole al mundo un ejemplo de una vida pura e intachable, una vida que guardaba un contraste marcado con la de sus contemporáneos en aquella generación voluntariosa y perversa, que ignoró abiertamente la Ley de Dios y se ufanó de ser libre de sus restricciones. Pero su testimonio y su ejemplo fueron igualmente ignorados, porque los hombres y las mujeres amaron el pecado antes que la santidad. Enoc sirvió a Dios con un corazón íntegro; y el Señor le comunicó su voluntad y le reveló los grandes eventos conectados con la segunda aparición de Cristo por medio de visiones. Entonces, este siervo favorecido del Señor fue llevado al cielo por los ángeles, sin ver la muerte.
Con el tiempo la maldad se tornó tan grande que Dios ya no pudo soportarla; y le dio a conocer a Noé que, debido a la transgresión continua de su Ley, él destruiría a quienes había creado mediante un diluvio que traería sobre la tierra.
Noé y su familia fueron obedientes a la Ley divina, y por su lealtad al Dios del cielo fueron salvados de la destrucción que abrumó al mundo impío que los rodeaba. Así el Señor se preservó para sí a un pueblo en cuyo corazón habitaba su Ley -Signs of the Times, 22 de abril de 1886; parcialmente en Comentario bíblico adventista, t. 1 p. 1.098..

Tomado de Meditaciones Matutinas para adultos
Desde el Corazón
Por Elena G. de White

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