Les he escrito a ustedes, jóvenes, porque son fuertes, y la palabra de Dios permanece en ustedes, y han vencido al maligno (1 Juan 2:14).
La educación de Timoteo fue un éxito total. La educación del joven discípulo de Juan fue un completo fracaso. Según una antigua tradición, el obispo en algún momento descuidó al joven, que comenzó a juntarse con amigos desordenados. Al principio los amigos lo atraían pagándole la entrada a lugares exclusivos de entretenimiento y diversión.
Luego lo invitaron a que los acompañara en sus correrías nocturnas de robos y atracos.
Finalmente lo hicieron cómplice de delitos más graves. Empezó una vida de crímenes y delitos.
Como era un dirigente nato, pronto se convirtió en jefe de un grupo de bandoleros, el más violento y peligroso.
Un día llegó el apóstol Juan de visita. Después de atender los asuntos eclesiásticos, dijo al obispo:
-Hermano obispo, devuelve el depósito que Cristo y yo te confiamos.
Al principio el obispo se sintió confundido, pensando que Juan lo acusaba de apropiarse de algún dinero. Pero luego Juan añadió: -Demando de ti el joven que te confiamos.
El obispo suspiró profundamente y estalló en llanto.
-Murió -dijo.
-¿Cómo que murió? -preguntó Juan.
-Murió para Dios, porque se convirtió en alguien malvado y disoluto; se hizo ladrón. Y ahora, en vez de estar en la iglesia, vive en una montaña con un grupo de maleantes.
-¡Qué guardián dejé a cargo del alma de este joven! -dijo el apóstol, rasgando su ropa – Tráiganme un caballo y que alguien me muestre el camino.
Los forajidos tenían centinelas y tomaron preso al apóstol.
-Quiero ver a su jefe. Para eso he venido -les dijo.
Cuando el jefe lo reconoció, se dio la vuelta, esperando esconderse.
-¿Por qué, hijo mío, huyes de mí, de tu anciano padre que llega ante ti desarmado? No temas, arrepiéntete porque todavía hay esperanza para ti. Intercederé por ti ante Cristo. Detente y acepta que Cristo me ha enviado.
El criminal se detuvo. Comenzó a temblar, soltó su arma, y, llorando amargamente, de rodillas confesó sus pecados a Dios.
Dios llama a jóvenes fuertes, para educarlos para su servicio. No inviertas tu talento en una causa digna pero que no durará un instante después del milenio. Entrégate a Cristo, quien dio su vida por ti, para servir en una obra eterna que pronto triunfará.
Tomado de Meditaciones Matutinas para jóvenes
¿Sabías que..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix H. Cortez
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