sábado, 27 de julio de 2013

UNA VACUNA CONTRA LA GRIPE

Lugar: Michigan, EE.UU.
Palabra de Dios: Efesios 6:11,12

No pude evitar suspirar mientras entrábamos en el estacionamiento del hospital. Eran las 8:30 de la mañana, 30 minutos antes de la hora en que nos iban a poner la vacuna contra la gripe. Pero, ya había una fila fuera de la puerta. Después de esperar un rato afuera, en el frío, llegué hasta la puerta donde recibí un número: 185. Iba a ser una larga espera.
Mientras esperaba a que llamaran mi número, miré a mi alrededor, a la cantidad de personas que se había reunido en el hospital en busca de la vacuna. Había, por lo menos, doscientas personas amontonadas en el hall; y llegaba más y más gente.
Esta respuesta se repetía en hospitales y clínicas de todo el país.
Las vacunas contra la gripe tenían gran demanda, y solo las personas consideradas de alto riesgo las recibirían; como estaba embarazada, entraba en esa categoría. Las colas eran largas, pero muchas personas estaban dispuestas a esperar durante horas, para asegurarse la protección contra el virus de la gripe de ese año.
¿Qué importancia tenía? ¿Por qué tanto trabajo para recibir una vacuna? Todos queríamos protegernos de una enfermedad potencial.
No es divertido sentirse dolorido, congestionado y con fiebre. Además, para las personas de alto riesgo, la gripe podría ser potencialmente peligrosa. Y cuando hay peligro, es buena idea tomar medidas preventivas.
Lo mismo es válido en nuestra vida espiritual. Debemos prevenimos de cualquier peligro que pueda rodeamos. “Pónganse toda la armadura de Dios para que puedan hacer frente a las artimañas del diablo.
Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales”. ¿Cómo podemos hacer esto? Leyendo la Palabra de Dios, comunicándonos con él y permaneciendo íntimamente conectados con Jesús cada día.

Tomado de Devocionales para menores
En algún lugar del mundo
Por Helen Lee Robinson

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