Asimismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Romanos 8: 26
La autocompasión es el recurso favorito de los débiles; es el vehículo en el que se trasladan a todas partes y que parecería estar siempre adornado con la amargura, la ira, el resentimiento, el rencor y el enojo. Sus usuarios se conforman con inspirar lástima para, de ese modo, recibir migajas de afecto. Culpan a los demás de sus fracasos, no se sienten dignos y aseguran que la vida se ha ensartado con ellos. Quien se regodea en la autocompasión es muy probable que llegue a ser rígido y falto de humor, presto a ensombrecer el camino de quienes están a su alrededor.
Una conmiseración enfermiza puede estropear los proyectos de Dios para nuestras vidas, poner límites a nuestro desarrollo e impedir que crezcamos a la estatura de una hija de Dios. ¿Por qué compadecernos, si la vida es el gran regalo de Dios? Mientras dure, podremos contribuir a nuestra felicidad y la de los demás, así como glorificar el nombre de Dios. Aparte de nuestras experiencias, la vida en Dios debería ser un himno de loor al Creador y un canto cotidiano de victoria.
Amiga, viajemos por la vida en el tren de la esperanza. del optimismo, del gozo, del amor y de la confianza. Una vez que dejemos de concentrarnos en nuestros fracasos y defectos para pensar en los demás y agradecer a Dios, podremos decir con el salmista: «Quiero alabarte, Señor, con todo el corazón, y contar todas tus maravillas. Quiero alegrarme y regocijarme en ti, y cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo» (Sal. 9: 1-2).
Este es un día de grandes oportunidades, ¡aprovéchalas! Que tu oración sea: «Señor, ayúdame a valorarme de acuerdo al gran precio que Cristo Jesús pagó en la cruz, de tal manera que pueda ser restaurada de todos los aspectos de mi vida».
Dios puede transformar nuestras vidas, la mía y la tuya. Aprovechemos toda oportunidad para contemplar su prodigioso amor en la naturaleza y en la obra transformadora que realiza en las vidas de muchas personas. Dios está a la espera de que le entreguemos nuestros corazones para hacer su gran obra. El gozo y la felicidad pueden ser nuestros. ¡Agradezcamos a Dios hoy y siempre, por todo lo que nos da!
Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
Aliento para cada día
Por Erna Alvarado
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