Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios. Génesis 5:24.
Todos los funerales son tristes, pero el primer funeral fue particularmente conmovedor. No había amigos o largas filas de familiares para consolar, no había nadie que llorara y orara con los primeros padres. Adán y Eva tuvieron que enterrar a su hijo que había sido asesinado por su propio hermano. Caín había huido, así que estaban solos. ¡Qué terriblemente triste! El hecho de que Abel se perfilara como alguien que sería tan fuerte para Dios hizo que el sufrimiento fuera más duro de soportar. Adán y Eva sollozaron con profunda tristeza. Su aflicción era más amarga porque sabían que eran responsables de introducir la muerte en el mundo.
Luego, nació otro hijo. Lo llamaron Set, que significa “sustituto”. El tomaría el lugar de Abel y continuaría en la fila de aquellos que amaban a Dios.
Generación tras generación de hijos entraron en el mundo, hasta que un día, finalmente, un tatara-tatara-tatara-tatara-tataranieto nació: Enoc, “séptimo desde Adán” (Judas 14). Poco sabía entonces Adán que, cuando este bebé creciera, algo muy especial ocurriría con él.
Enoc caminó con Dios día tras día. Esto significa que tenía una relación muy cercana con Dios. Porque amaba estar con él, no iba a ningún lado ni hacía nada sin que Dios estuviera a su lado. No podía verlo, pero podía contemplar las cosas que él había hecho y, cuanto más contemplaba, tanto más amaba a Dios.
Allá arriba, por encima de la gran bóveda azul del cielo, estaba el hogar de Dios, y Enoc quería tanto verlo que un día, tanto frente a los justos como a los malvados, ¡Dios elevó a Enoc hacia el cielo! ¡Era la primera vez que sucedía algo así! La gente corrió hacia la siguiente colina para ver si el Espíritu de Dios lo había llevado allí, pero se había ido. Lo buscaron, pero no lo encontraron. Finalmente, tuvieron que admitir que “desapareció, porque le llevó Dios”.
Enoc demostró que alguien del linaje de los hijos de Dios podía vivir en este mundo y, sin embargo, no ser parte de su maldad. Y así también lo dijo Dios: “Ven a casa y vive conmigo, Enoc. No quiero que andes por allí cuando venga el diluvio”.
Cuando Jesús regrese, Dios repetirá lo que hizo con Enoc. Llevará hacia arriba y más allá del cielo azul a todos aquellos que amen estar con él.
Tomado de devoción matutina para menores 2016
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Por: Jan S. Doward
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