sábado, 2 de enero de 2016

SÍGUEME

“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mar. 8:34, RV95).

El único camino hacia la fe es el de la obediencia a la llamada de Jesús. Dietrich Bonhoeffer
“Sígueme” Esta fue la primera y la última palabra que Jesús dirigió a Pedro. Situémonos en la primera escena: “Jesús pasaba por la orilla del Lago de Galilea, cuando vio a Simón y a su hermano Andrés. Eran pescadores, y estaban echando la red al agua. Les dijo Jesús: ‘Síganme’ ” (Mar. 1:16, 17). Así de simple. Sencillamente, Jesús es quien llama: “Ven detrás de mí”. No hay ningún programa: el plan consiste en abandonar la comodidad y la relativa seguridad de la vida para emprender un camino imprevisible, de posibilidades infinitas que el mismo Jesús va abriendo ante nosotras. Pedro dejó sus redes y siguió a Jesús.
Ahora la segunda escena. Después de resucitar, “Jesús se apareció otra vez a sus discípulos, a orillas del Lago de Tiberias” (Juan 21:1). A instancias de Pedro, se hallaban pescando (Juan 21:3), es decir, ejerciendo de nuevo la antigua profesión que ya había abandonado una vez. Tras una intensa conversación con el apóstol, Jesús le dijo una vez más: “Tú sígueme” (Juan 21:22). De nuevo se presentó ante Pedro la única posibilidad de creer en Jesús: abandonarlo todo, y seguirle.
Tu vida y la mía también se encuentran enmarcadas por esta llamada: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mar. 8:34, RV95). Seguir a Jesús conlleva tres pasos: 
1) Obediencia voluntaria, no forzada: “Si alguno quiere”. Jesús no impone nada, no espera nada, todo depende de nuestra decisión, completamente libre. 
2) Negación de una misma. Esto no consiste en maltratar el cuerpo ni en recluirse de la vida o la sociedad. Negarse a una misma es fijarse en quien nos ha llamado y en el camino que abre delante de nosotras, y no fijarse en una misma y en los caminos que nos gustan.
3) Aceptación de lo negativo, o dicho en términos bíblicos, “tomar la cruz”. La cruz significa rechazo y sufrimiento, pero no porque en el sufrimiento haya nada digno ni constituya un mérito para la salvación, sino porque “el Hijo del hombre tendría que sufrir mucho y sería rechazado” (Mar. 8:31). Seguir a Jesús es correr su suerte.
“Sígueme” es la primera y la última palabra que Jesús nos dirige cada día.
Por tanto, cada día, hemos de tomar una decisión.

Tomado de Lecturas Devocionales para Damas 2016
ANTE TODO, CRISTIANA
Por: Mónica Díaz

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