“Y llamó Abraham a aquel lugar ‘Jehová proveerá’. Por tanto se dice hoy: ‘En el monte de Jehová será provisto’ Génesis 22:14
Hace muchísimo tiempo, un montón de tablones en forma de arca encima de un monte fue la revelación del amor divino. Hace no tanto tiempo, un par de tablones en forma de cruz se convirtió en la máxima expresión de su amor y hoy lo sigue siendo.
El mismo Dios, el mismo amor, el mismo ruego urgente, la misma decisión final -extirpar el cáncer antes de que se pierda toda la especie-, el mismo reloj en su cuenta regresiva hacia la eternidad, los mismos brazos extendidos, la misma invitación misericordiosa. “Como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre” (Mat. 24:37). Nada ha cambiado: ven al hogar, vuelve al Padre antes de que sea demasiado tarde. Ven ahora. ¿Qué tiene el corazón humano que es tan susceptible a un llamamiento?
Me sentí profundamente conmovido por una foto que vi en un periódico hace unos años. Una foto de un cartel misterioso que había aparecido clavado en un árbol en Nappa- nee, Indiana. No es una de esas impecables vallas publicitarias de la Madison Avenue de Nueva York con rostros sonrientes y un lema pegadizo. No era más que un simple cartel con unas palabras pintadas a mano. Y nadie sabía de dónde salió, ni siquiera el agricultor en cuya tierra crece el árbol al que fijaron el cartel. Lo había quitado tres veces, y las tres veces volvió a aparecer.
Hace que uno se pregunte quién lo colgó. ¿Una madre desconsolada? ¿Un padre sumido en la soledad, a medianoche? Nadie lo sabe. Pero nadie que lea el cartel puede olvidarlo. Cuatro simples palabras: “Hijo, por favor, vuelve”.
Son las mismas cuatro palabras que Dios pintó en carmesí y clavó en un árbol hace mucho, las cuatro palabras de un abrazo clavado, abierto de par en par: “Hijo, por favor, vuelve”. Es más que obvio que Lucifer no volverá. Los antediluvianos tampoco. Pero de los siete mil millones de hijos del Padre vivos en la actualidad, ¿cuántos son aún susceptibles a su llamamiento? ¿Podría ser que hubieras sido elegido por eso? Sin duda, Dios podría escribir las palabras cruzando los cielos para todos las vieran. Pero, ¿quién se conmovería? Lo cierto es que nada conmueve el corazón tanto como una invitación personal de alguien a quien sabes que le importa.
Tomado de Lecturas devocionales para Adultos 2016
EL SUEÑO DE DIOS PARA TI
Por: Dwight K. Nelson
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