sábado, 20 de febrero de 2016

ES MÁS FÁCIL DE LO QUE PARECE

Cuando se es feliz, queda mucho por hacer: consolar a los demás. Jules Renard

"Miré hacia otro lado, y esto fue lo que vi en este mundo: [...] La gente llora, pero nadie la consuela" (Ecl. 4:1, TLA).

Normalmente, cuando alguien muere, no sabemos qué decir. Sentimos un deseo de consolar a los familiares cercanos, pero no resulta fácil coger el teléfono o hacer una visita. Nos da miedo no saber consolar, meter la pata, o que nuestro bienestar desagrade a quien se halla en el pozo del dolor. Creemos que consolar es más difícil de lo que realmente es.
Cuenta el teólogo Jean Mouroux un suceso de la vida de Beethoven que puede abrimos los ojos sobre lo que significa en realidad consolar a un alma que sufre. Cuando el gran músico se enteró del fallecimiento de un joven, se encaminó hacia la casa del difunto. Entró, saludó con una reverencia a la madre y, sin mediar palabra, se fue directamente al piano. Se sentó. Levantó la tapa y comenzó a improvisar, como solo él sabía hacerlo, con gran ternura. Su sentida interpretación al piano duró poco pero de aquella manera aquel hombre sencillo ofreció su pésame, y estuvo al lado de quien pasaba por momentos tan duros como la pérdida de un hijo. Al terminar su generosa interpretación, Beethoven se levantó, hizo una reverencia y se marchó.
Tal vez a ti te parezca que no tienes nada que ofrecer a quien está pasando por un momento de prueba. Quizá te veas a ti misma tan simple que no sepas cómo ser útil. En ese caso, este es el mensaje para ti: Si lo que sabes hacer es cocinar, ofrécete a aliviar la carga de una persona que sufre cocinando para ella. Si lo tuyo es planchar, plánchale su ropa y la de su familia para que pueda centrarse en las dificultades y ocupaciones que resultan de la pérdida de un familiar. Si te gusta escribir, no dejes pasar la oportunidad de enviar una carta, un email o una postal con palabras de consuelo a quien necesita ser consolado. Recurre al método de Beethoven: haz lo que sabes hacer y conviértete en un consuelo útil.
Hubo una vez cuatro hombres que tenían un amigo paralítico. Ellos no podían hacer nada para que volviera a caminar, y toda palabra de consuelo parecía inútil y fuera de lugar. Sin embargo, sí podían utilizar su fuerza para llevarlo en su camilla a los pies de Jesús. Y eso fue exactamente lo que hicieron (ver Mar. 2:1-5). Jesús hizo el resto.

Tomado de Lecturas Devocionales para Damas 2016
ANTE TODO, CRISTIANA
Por: Mónica Díaz
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